sábado, 3 de junio de 2017

CANNES, FRANCIA

Esta semana se estrenan por lo menos diez películas.  Algunas no las  he visto y de las que he visto ninguna me gusta lo suficiente como para hablar de ella en este blog de gustos y de propuestas personales.
Así que he decidido hablar de un libro que estoy leyendo. Aun no lo he terminado, pero ya puedo comentarlo. Entre otras cosas porque está relacionado con la actualidad. O casi.



Se trata de Sélection officielle, Journal, de Thierry Frémaux, el todo poderoso delegado general del Festival de Cannes, que cerró las puertas de su 70 edición hace justo una semana.  El libro es un diario personal que comienza el 25 de mayo del 2015, primer día después del 68 Festival de Cannes y acaba el 22 de mayo del 2016, último día del 69 Festival de Cannes. Un año en la vida de un hombre que ES el festival.
El libro es apasionante en muchos sentidos. No solo por descubrir los entresijos de la organización del mas grande evento cinematográfico del mundo, sino por ver como se va construyendo una programación paso a paso con todos sus problemas y sus sorpresas.
Sélection officielle tiene un problema para un lector no francés: la abundancia de nombres vinculados al cine de su país que resultan completamente desconocidos para cualquiera que lo lea en otro lugar del planeta. Pero a pesar de eso, hay en sus páginas muchas referencias universales que lo convierten en una lección de historia y de actualidad.
Es cierto que se desprende de este Diario que el Festival tiene sus festivaleros, es decir sus directores favoritos, los “abonnés”, que no necesitan otra presentación  que la de haber hecho una película para estar ahí. Pero también es cierto que entre sus seleccionadores/visionadores, acaban por descubrir cada año algunos nombres nuevos que pasaran a engrosar las filas de los “abonnés”.
De la vida personal de Frémaux se habla poco en este libro. Sabemos que está casado, que tiene un hijo, Víctor (seguramente mas que no aparecen con nombre), que le gusta ir en bicicleta, es un hincha del Olympique de Lyon y adora a Bruce Springsteen. Vive en Lyon donde dirige con pasión el Institut Lumière. Para mi, que no sabía nada de él, descubrir que mantiene esta vinculación con Lyon y con el Instituto ha sido la más agradable sorpresa. Por lo que significa de respeto y cariño al lugar donde has nacido y vivido; por lo que significa de respeto y cariño al cine y sus orígenes sin el que difícilmente se podría mantener respeto y cariño al cine de ahora mismo.
Este Diario no es exactamente un libro sobre cine, ni tampoco sobre el Festival de Cannes. Es el relato de un año de vida con sus claros y sus oscuros, enmarcado en un espacio privilegiado. Leerlo me ha reconciliado un poco con Cannes y sus fastos; con Cannes y sus nefastos.



(me encanta este cartel, por eso lo pongo)

Creo que como final de esta entrada debería recordar un film del que no he hablado y que tanto tiene que ver con Frèmaux y con Lyon. Se trata de Las películas de mi vida, el precioso documental que Bertrand Tavernier dedica a recorrer el cine francés reivindicando muchos de esos directores que la Nouvelle Vague despreciaba y que, con el tiempo, han demostrado su valor y su importancia. Es un viaje sentimental, cinéfilo, personal y evocador hecho por un hombre que antes que director fue crítico y antes que crítico fue espectador. Alguien que, como Frèmaux, nunca ha dejado su vida en Lyon, ciudad a la que está profundamente vinculado.
Ver este film mientras se lee el libro de Thierry Frèmaux es como sumergirse en un mar de cine francés y universal. Uno y otro, por distintos motivos y razones, destilan eso que Tavernier llama La Decencia Ordinaria. Concepto que cada vez me gusta más.
Del documental me quedo con una frase: “Los directores  a veces piensan que con sus películas van a cambiar el curso de la historia. Pero yo prefiero pensar que si con ellas consigues cambiar la vida de dos personas, ya has hecho algo extraordinario.”
Del libro de Frèmaux me quedo con un párrafo que resume muy bien un sentimiento que compartimos los críticos de cine con los programadores de festivales y probablemente con todos los que se mueven en este mundo: “Si estoy aquí es porque me gustaba por encima de todo ver películas y leer libros. Pero ahora no puedo disfrutarlos normalmente. Este tipo de existencia dibuja sus propios límites. Es un clásico que conocen bien los cinéfilos: cuando empiezas a trabajar en el cine, vas mucho menos al cine (o mucho mas en el caso de los críticos). Entrar en una sala para pasar dos horas y olvidar tu vida, es algo que nunca podemos hacer. El trabajo es un placer, pero el placer se ha convertido en trabajo.”

(mi particular Palma de Barcelona para Frèmaux y Tavernier)




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