sábado, 29 de abril de 2017

LADY MACBETH



¿El mal se lleva dentro o se genera como reacción ante la maldad de los demás? La pregunta me la hago viendo la película Lady Macbeth de William Oldroyd que inauguró el D’A Film Festival de Barcelona, un día antes de estrenarse en los cines. ¿Es Karherine mala o la han hecho mala? No es una pregunta tonta ni irrelevante. La respuesta tampoco es sencilla. Hay otra pregunta que nos podemos hacer. ¿Por qué este film busca como referente el personaje femenino más terrible de la obra de Shakespeare, en lugar de llamarse, por ejemplo, Lady Bovary, ya que la similitud con Emma Bovary es mucho más clara que la vinculación de Katherine con la reina escocesa? La respuesta a esta pregunta es más sencilla. Aunque Madame Bovary se publicó en 1856, casi diez años antes que Lady Macbeth Of Mtsensk District, de Nikolai Leskov, que aparece en 1865, es casi seguro que el escritor ruso no debía conocer la novela francesa cuando escribió la historia de esta joven inocente que poco a poco se convierte en una mujer vengativa y malvada. Con toda la razón, por cierto. En cambio, el referente inglés, seguro que flotaba en la cabeza del escritor y periodista de San Petersburgo cuando, desde su casi rutinaria vida como abogado, hizo el retrato de esta mujer vestida de azul.
La película de Oldroyd se basa en la novela rusa, pero el guión de Alice Birch traslada el personaje a la Inglaterra rural de 1865, con lo que se introduce en el relato un nuevo referente literario. Lady Macbeth podía ser Lady Bovary y también Lady Catherine, la cruel protagonista de Cumbres borrascosas de Emily Brontë, con la que comparte nombre. Quizás estos tres antecedentes literarios nos den la respuesta a la pregunta del principio. El mal se lleva dentro, pero se contagia del mal de fuera. El mal es como un virus latente en la mente de Katherine. Al principio no lo sabe, pero cuando empieza a sufrir las humillaciones contantes y el desprecio de los hombres de la familia en la que el destino la ha hecho caer, el mal se despierta y poco a poco se va apoderando de ella convirtiéndola en un personaje que algunos han emparentado, no sin cierta razón, con La novia de Kill Bill.
Sorprende que esta  Lady Macbeth sea una primera película para su director, para su guionista y para su actriz protagonista. William Oldroyd sabe crear atmósferas con una cámara frontal, de  planos despojados de cualquier artificio. Imágenes de preciosas naturalezas muertas en las que Katherine con su vestido azul es una pieza indiscutible. No hay música de adorno, no hay nada que estorbe la mirada que se concentra en esta mujer casi siempre en el centro de un cuadro encuadrado, si es que se puede definir así la fotografía de Ari Wegner, una directora de fotografía australiana con una mirada propia. En cuanto a Alice Birch, autora teatral conocida por su feminismo poco ortodoxo, hay que agradecerle que este primer guión no caiga nunca en la tentación Jane Austen (con todos mis respetos y cariño a Jane Austen) y en cambio deje aflorar poco a poco ese mal incubado en el corazón de un rostro angelical. Y con esto llegamos al gran descubrimiento de esta película, Florence Plugh, que con su mirada acerada, su cabello bien peinado y su vestido azul (lleva otros vestidos, pero el azul es el que la identifica) llena de pasión y tensión el personaje, proyectando un helado fuego interior que atraviesa la pantalla.



Excelente pórtico para el D’A que se inauguró el viernes y del que comentaré alguna cosa en el próximo blog. Aunque no sé si podré hablar mucho, la verdad porque tengo la suerte de estar en el Jurado de la Competición Talents lo que me obliga, por honestidad, a no hablar de las películas que tengo que juzgar y me deja poco tiempo para ver el resto de la excelente programación. A ver como lo soluciono. En todo caso, recomiendo a todos los que estén en Barcelona o puedan venir aprovechando este largo puente, a que descubran títulos y directores que son difíciles de ver en nuestras pantallas. 

(tan solo una nota para recordar que de Lady Macbeth hablé cuando se estrenó en el Festival de San Sebastiàn del año pasado donde fue una de las grandes sorpresas)

sábado, 22 de abril de 2017

STEFAN ZWEIG EN BUENA COMPAÑIA


(libros en buena compañía)

Stefan Zweig. Seguro que han visto este nombre repetido estos días en los diarios. No tanto como debería, pero más de lo normal. La razón, el estreno de una película que se titula Stefan Zweig: Adiós a Europa, un título que no podía ser más oportuno en esta Europa que parece decidida a decir adiós a todo lo que se ha construido desde hace sesenta años. En 1936, Zweig soñaba con una Europa sin fronteras, sin pasaportes, común. Y afirmaba: yo no lo veré. Y no lo vio, pero si sucedió. Lo tenemos y lo disfrutamos nosotros, aunque hay tantas fuerzas oscuras, azules, rojas, negras y multicolores, intentando que dejemos de tenerlo, que asusta pensar lo que diría Zweig si pudiera ver lo conseguido y como se desperdicia en aras de naciones, estados, y separaciones de todo tipo. Pero vuelvo a este film que merece verse. No es un biopic ni mucho menos. Maria Schrader y Jan Schomburg han escrito un guión que recupera una de las muchas formas literarias que utilizó el gran autor austríaco. Podían haber hecho una biografía, Zweig escribió algunas de las mejores de la historia, pero han preferido fijarse en Momentos estelares de la humanidad, aplicándolo a su personaje. Vemos a Stefan Zweig en cinco momentos, no todos estelares: en Río de Janerio durante un banquete en su honor en agosto de 1936; en Buenos Aires, participando en un congreso internacional de escritores en septiembre de 1936 donde expuso sus ideas de Europa. Durante este congreso Zweig se negó a condenar en público al régimen nazi que le había obligado a exilarse. Los motivos para no hacerlo me han dado mucho que pensar. Argumenta el escritor que decir lo que quiere oír la audiencia que te escucha, no tiene ningún valor, es propaganda: Cada gesto de resistencia carente de riesgo no es más que afán de protagonismo. Me parece una verdad que deberían aplicarse los políticos cuando se lanzan a hacer mítines o presidir manifestaciones o hacer actos mesiánicos. Reencontramos a  Zweig y su mujer Lotte en Brasil, a principios de 1941, cuando estaba escribiendo el libro sobre ese país en el que avanzaba la idea de que Brasil era el futuro. El cuarto momento sucede en Nueva York, en febrero de 1941. Es uno de los mejores del film. La larga conversación con su primera mujer, Fritzi, una excelente Barbara Sukova, es reveladora de sus debilidades, de su cansancio, de su impotencia. Zweig y  Lotte vuelven a Brasil a finales de 1941, a Petrópolis. Allí, le acompañamos en una conversación con otro exilado alemán en la que el sentimiento de culpa y de dolor se hace más fuerte aún. Es el preludio al suicidio compartido con su mujer en febrero de 1942 en Petrópolis, un delicado momento que vemos solo a través de un espejo que divide la pantalla.
Me gusta mucho esta película. No solo por Zweig, que ya me gustaba antes, me gusta cómo se acerca la directora al personaje, calladamente, buscando no los momentos de gloria, sino los más cotidianos, sin sentimentalismo, sin subrayados. Me gusta como plantea las dos secuencias corales, la del banquete y la del congreso, para luego encerrarse en secuencias de pocos personajes. Me gusta como utiliza los idiomas, –éste es  un film que debe verse en versión original, doblado será insoportable– donde se habla con fluidez alemán, inglés, francés, portugués, español. Me gusta que Nueva York sea solo una esquina nevada. Me gusta como retrata el encuentro de las dos esposas de Zweig, las dos amigas, las dos cómplices de su trabajo. Me gusta el color y el tono de la fotografía y el uso del sonido, de los murmullos. Me gusta Josef Hader como Stefan Zweig. Hay algunas cosas que no me gustan, pero no vale la pena que las señale. Esto no es una crítica, es una reflexión. Si no conocen la obra de Zweig, aprovechen este Sant Jordi para buscar sus libros y para ver la película. Si ya lo conocen, aprovechen para releerlo y para ver la película. Pero no busquen en el cine una apología. No lo encontraran. El film de Schrader es un retrato de instantes, no una hagiografía.

Y ya que ha salido Sant Jordi, aprovecho para hablar de dos libros que me gustan. El indiferente azul del cielo, de Emilio Aragón; Tierra de campos, de David Trueba. No se parecen en nada, uno son relatos, el otro una novela de vida. Pero los dos tienen en común sus autores: gente de cine, de música, de televisión y de literatura. Tanto Aragón como Trueba, combinan todo lo que les interesa y lo aplican en una película, un libro, una canción o una serie de televisión. Son ejemplos de personajes renacentistas (solo les falta pintar¡¡) en un mundo en el que se tiende a la súper especialización.

Cuando leí el libro de relatos de Emilio Aragón, le escribí un mail comentándolo. Lo que le decía a él lo puedo compartir con todos. “Hay algunos cuentos que me han gustado mucho, que para mi son los mejores: La Huella de Alejandría,  San Emiliano y La violinista de la estación de Shinjuku, son preciosos. Todos son interesantes y te provocan sensaciones, algunas de desasosiego (Diabolus in música) o de inquietud (Morgantier) o de miedo (De Port Hedland a Broome), nunca te dejan indiferente. Mientras lo leía me preguntaba el por qué del título.Y cuando lo acabé, me pareció entenderlo. En todos los cuentos el cielo está presente (por presencia o por ausencia) pero siempre es indiferente a lo que sucede bajo su bóveda. El cielo azul, como el cuadro de la portada, como algunos cuadros de Ramon, acoge y protege a todos estos personajes. También he pensado otra cosa leyéndolos. Me gustaría verlos convertidos en cortos que todos juntos hicieran un largo. Un largo azul.” Ahí queda el reto, transformarlos en imágenes.


El libro de David Trueba es muy distinto. Tierra de campos es una novela que se expande. Sin parecerse, me ha recordado la forma de narrar de Richard Ford. Todo pasa en un día en el que el protagonista, Dani Mosca, acompaña el féretro de su padre al pueblo para enterrarlo. Pero ese día se dilata hasta comprender toda la vida de Dani Mosca de una forma orgánica. No es un relato biográfico, mas bien una canción de muchas estrofas. Porque Dani Mosca es compositor y cantante de un grupo que se llama Las Moscas y es su vida la que va desfilando antes nuestros ojos mientras él viaja con su padre muerto. Es una novela que te engancha y que te deja tarareando músicas que no existen.

sábado, 15 de abril de 2017

NEGACIONES


NO NO NO NO NO NO

“En comportamiento humano, el negacionismo es exhibido por individuos que eligen negar la realidad para evadir una verdad incómoda”. Esta frase viene a cuento del estreno esta semana de una película que se llama Negación. Rachel Weisz interpreta el papel de la historiadora norteamericana Deborah Lipstad que en el año 2000 tuvo que hacer frente a un juicio por difamación en Londres. La denuncia la puso David Irving, un supuesto historiador negacionista del holocausto judío y apologista de Adolf Hitler, que se sintió difamado por lo que Lipstad escribía en su libro Negando el Holocausto: El creciente asalto sobre la verdad y la memoria. La película no deja de ser un interesante film de juicios, pero vale la pena no dejarla pasar inadvertida gracias a las excelentes interpretaciones de Weisz como la historiadora y  de Timothy Spall como David Irving. Recuerdo a Spall en su personaje de Rata en Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Estaba claro que solo una rata podía hacer este personaje de rata.
Pero si me interesa la película es también por la actualidad de su discurso. El negacionismo no es una idea superada ni mucho menos. Y no me refiero solo a Marine Lepen o cualquier adulador de Donald Trump. El negacionismo, como las ratas, está entre nosotros. Y muy cerca. A veces se confunde con el revisionismo. Pero no es lo mismo. Revisar la historia desde parámetros distintos es una cosa, negarla, deformarla, utilizarla en favor de una idea exclusiva, mentir, en definitiva, es otra cosa. De estos negacionistas, o simplemente de estos mentirosos, hay muchos y no muy lejos. Por desgracia.






 (no se si ya he usado este cuadro alguna vez, es posible, pero me gusta mucho para ilustrar la idea de las dos chicas que son una, o ninguna)
La negación en este caso es muy diferente. Mucho más entretenida, y mucho más estimulante. Que una chica se empeñe en decir que no es ella sino otra, provocando una serie de equívocos entre sus amigos, su novio y los distintos caballeros con que se cruza, es una premisa como mínimo sorprendente. Hong Sang-soo es el más francés de los directores coreanos contemporáneos. También el más prolífico porque sus películas son muy sencillas de hacer: pocos actores, lugares que conoce, historias que pasan tanto en la cabeza de sus personajes como en el paisaje donde se mueven, diálogos divertidos y nada trascendentes, comida y bebida, mucha bebida. Y amor. Casi siempre en su cine hay curiosas e inesperadas historias de amor. Y de arte, entendiendo arte en su sentido más amplio. Directores de cine, escritores, pintores, son algunos de sus protagonistas. Explicar el argumento de Lo tuyo y tu es fácil: un hombre y una mujer viven juntos; los amigos de él le cuentan que han visto a la chica bebiendo en bares con otros hombres; él se enfada, se pelean y ella se va. El hombre decide buscarla pero a pesar de que el barrio es muy pequeño, no da con ella. Mientras tanto ella, efectivamente, se encuentra en bares con otros hombres que dicen conocerla. Pero ella sostiene que no es quien dicen que es, que es otra. Nadie sabe cuando está diciendo la verdad y cuando está mintiendo. No importa, lo que importa es la ligereza de la historia, el misterio de tintes rivettianos (de Jacques Rivette) de lo que sucede y la felicidad que acaba dejando flotando en el ambiente. Pero nada es tan sencillo si Hong Sang-soo está detrás de la cámara y la sensación de profunda extrañeza que provoca es un reto para  los espectadores. Me encanta.




sábado, 8 de abril de 2017

EXTRAÑOS AMIGOS


Siempre he lamentado no haber sido (y seguir no siéndolo) un poco mas mitómana. De haber tenido ese vicio ahora podría presumir de tener fotos con todos los directores, actores y gentes del cine que he conocido a lo largo de mi vida. Como por ejemplo Aki Kaurismaki. ¡Cómo me gustaría tener una foto de la primera entrevista que le hice! Fue hace exactamente treinta años. En Barcelona donde presentaba Hamlet Goes Business. Estábamos en un hotel y el director, que entonces tenía 29 años, se tumbó en un sillón y contestó todas las preguntas con los ojos cerrados. La segunda vez que le encontré fue en Glasgow, en 1990, durante la entrega de los Premios Félix, prehistoria de los Premios de la Academia de Cine Europea. A Kaurismaki, nominado creo recordar por La chica de la fábrica de cerillas, no le dejaron entrar a la ceremonia por no llevar corbata. Poco le importaba al finlandés que sentado en el suelo y apoyado en una columna, ofrecía vodka a todo el que quisiera acompañarlos, a él y a su mujer. Tampoco tengo otra foto posible, la que me pude hacer en Berlín con Fernando Pérez y José María Morales cuando se estrenó en el festival la película Madrigal.
Todo esto viene a cuento de la foto que encabeza esta entrada que promete ser más larga de lo que yo pensaba. Es una foto en la que yo no estoy, pero si hice yo. Es una foto de Ana Torrent y Raoul Peck en Valladolid en 2013,el año que los tres formábamos parte del Jurado de la Seminci. Conocer a Raoul Peck fue una experiencia estupenda por su inteligencia y por su enorme humanidad.
¿Por qué recuerdo estas tres fotos? Porque esta semana, entre los ¡quince estrenos! que llenan la cartelera, estos directores figuran entre lo más apetecible. Así que vayamos a las películas.

El otro lado de la esperanza, de Aki Kaurismaki es una de esas películas que recomiendo totalmente. No se la pierdan. Por su extrañísimo sentido del humor; por los encuadres de colores inesperados; por unos actores estupendos que nuca se salen de la línea. Pero sobre todo, porque es la prueba de que las personas son (somos) mucho mejores que los gobiernos. Kaurismaki ya exploraba el descubrimiento del “otro” en su anterior película El Havre donde un viejo europeo ayudaba a un inmigrante clandestino. En esta segunda entrega de lo que él llama La trilogía de los puertos, "el otro" ya está entre nosotros. Es un refugiado sirio que llega a Helsinki donde pide asilo político. Las autoridades se lo niegan: Alepo no está suficientemente destruida como para que no pueda volver a su patria. Pero la gente se lo da. Desde un amigo iraquí que le enseña a moverse por la burocracia, pasando por una funcionaria comprensiva e incluso una chica que le ayuda a escapar, Khaled va encontrando aliados. Hasta que llega a su extraño amigo, un finlandés cincuentón y desencantado que ha decidido cambiar de vida y poner un restaurante extravagante y absurdo donde acoge y protege a Khaled. Kaurismaki se coloca al otro lado de la esperanza en un horizonte humano que vale mucho más que todas las palabrerías huecas de los que se llenan la boca con reclamos de ayuda a los refugiados en abstracto, pero le vuelven la espalda al que se encuentran en la calle. Me encanta esta película.

Últimos días en La Habana de Fernando Pérez, también habla de una extraña amistad, la que tienen Diego, el homosexual que se muere de SIDA y Miguel, el heterosexual que lo cuida y le ayuda. El film de Pérez es casi el reverso luminoso de la película de Villaronga El rey de la Habana. El mismo espacio, una casa en ruinas en la Habana vieja, parecidos personajes, homosexuales, putas, chaperos, gente que intenta sobrevivir como puede. Pero distinta mirada. Lo que en Villaronga, fiel al libro en el que se basa, era sucio y sórdido, en Pérez es luminoso y esperanzado. A pesar de lo trágico, el humor está muy presente, junto con una crítica nada velada a una situación insostenible para los habaneros que intentan salir adelante con lo poco que tienen. Pero sobre todo y eso es lo que más las distingue, lo que prima en estos últimos días es el amor a La Habana y a sus habitantes que demuestra Fernando Pérez y que es la razón por la que nunca ha querido abandonar la isla. Estupenda.

En  I Am Not Your Negro, de Raoul Peck encontramos otro tipo de extrañas amistades. Este documental imprescindible es el primero que se estrena comercialmente de este director haitiano. ¿Por qué pienso que es imprescindible hoy y, quizás no hace ocho años? Porque lo que cuenta vuelve a estar muy presente en la política y en la vida de Estados Unidos. El punto de partida de este documental es el texto inacabado Remember this house del escritor de color James Baldwin, desaparecido hace justo ahora treinta años. La potente voz de Samuel J Jackson va desgranando las palabras de Baldwin que acompañan imágenes inéditas y poderosas de los tres “amigos” de los que habla: Medgar Evers, Malcom X y Martin Luther King. Recordar su propia historia con sus apariciones en televisión o en distintos actos políticos junto con la de de estos tres hombres asesinados en los años sesenta, Evers en 1963, Malcom X en 1965 y Luther King en 1968, por luchar por el fin del racismo y del segregacionismo desde distintos ángulos, es el cuerpo principal del documental en el que Peck ha reunido documentos sorprendentes de la época.  El film va mas allá de la pura reivindicación gracias a un montaje y un ritmo muy personal. Pero lo más importante es lo que implica. Baldwin dijo en una ocasión: “El futuro de los negros en este país es tan brillante o tan oscuro como el del propio país”. Si James Baldwin hubiera visto a Barak Obama como presidente habría pensado que, quizás, el futuro era brillante; pero si hubiera seguido viviendo hasta ver a Donald Trump en la Casa Blanca, seguramente pensaría que es un futuro muy negro para los negros. Y los asiáticos y los latinos y todos los diferentes. Por eso este documental es necesario. Incluso si se le acusa de tendencioso o previsible. Es necesario porque pone en la pantalla un grave problema (mundial) no resuelto.



(no se si es el mar o un lago, pero en todo caso este cuadro de Ramon evoca los sentimientos de la película)
Solo unas palabras para destacar otro de los muchos estrenos de la semana. La idea de un lago de la argentina Milagros Mumenthaler, basado en el libro de fotografías Pozo de aire de Guadalupe Gaona. La omnipresente dictadura de los años setenta aflora en este precioso film por el camino de la memoria. Una foto, la única que la protagonista tiene con su padre desaparecido en 1976 cuando ella tenía tres años, es el punto de partida para construir un rompecabezas de recuerdos callados, conflictos sin resolver, urgencias por aclarar. Todo alrededor de un lago que puede recrear imágenes tan divertidas como una niña nadando al lado de un coche Mini verde que baila con ella en el agua; como tristes, el fantasma de un padre que nunca se conoció. La idea de un lago es un film evocador, un precioso ejercicio de construcción poética de la memoria.

 



sábado, 1 de abril de 2017

PAISAJES


(los Picos de Europa fotografiados por Ramon)
La montaña
Me gusta mucho la montaña. Todas. Me siento bien en las alturas. A lo mejor porque nací a 2000 metros de altitud, aunque no precisamente en una montaña. México DF esta en un altiplano que, como su nombre indica, es alto y plano. Pero siempre me gustó ir a las montañas. Y en España las hay extraordinarias. Los Pirineos, cercanos y accesibles (aunque  aveces difíciles de subir); la Sierra Nevada granadina, legendaria y moruna; El Guadarrama de Navacerrada, veraniego y amable. Pero sobre todo, los Picos de Europa, la cordillera Cantábrica, la más salvaje y abrupta de la península, la que invita más a la aventura. Son estas montañas las que retrata Cantábrico. Subyugado por sus picos y sus rocas, sus bosques y sus ríos, el director Gutiérrez Acha, que ya había explorado el rio Guadalquivir, se adentra en la vida de estos parajes en busca de osos, lobos, pájaros e incluso hormigas. Sin un guía que lo conduzca como hacía en Guadalquivir siguiendo a un pequeño zorro, Cantábrico se abre en diversas direcciones como un abanico de posibilidades a lo largo de un año que va de invierno a otoño. Lo mejor de esta película es las ganas que te entran de conocer los Picos si no has estado nunca o de volver ya mismo para disfrutar de uno de los espacios naturales más vírgenes que quedan en nuestro país.


(el Torcal de Antequera podría ser el desierto de este film)
Desierto
Solo unas líneas para hablar de Últimos días del desierto, de Rodrigo García, una película no apta para cualquier espectador, que recrea un episodio de la vida de Jesús ahora que se acerca la Semana Santa. Lo mas potente de la propuesta es la fotografía de Emmanuel Lubezki,, capaz de hacer del desierto una sinfonía de colores, de formas y aristas que se reflejan en el rostro de Ewan McGregor desdoblado en Jesús y su propio demonio. Pero lo que más me ha interesado es algo que subyace en esta terrenal mirada del hombre santo: la difícil, por no decir imposible, relación de los hijos con los padres. El hijo con el padre en la familia que acoge a Jesús antes de entrar en Jerusalén; la del propio Jesús con su padre, un Dios lejano y perturbador. Si Rodrigo no fuera hijo del escritor García Márquez quizás esta relación no me habría llamado la atención. Es probable que ni siquiera escribiera de esta película. Pero Rodrigo García ES hijo del nobel de literatura con el que tuvo una conflictiva relación y eso le da al film una especial capa de ironía.


(un chateau francés parecido a los del reino de Kentz donde duerme la bella)
Bosque

Esta si es una película que me gusta. Bella durmiente de Ado Arrietta, antes Udolfo Arrieta y mucho antes, simplemente Adolfo Arrieta. Su Bella durmiente es excéntrica e inclasificable. Baste decir que se puede definir como una mezcla de Brigadoon, de Vincente  Minnelli (el uso del tiempo, los cien años que en una pasan en una noche y en otra duran un siglo), con Piel de asno de Jacques Demy (los espacios cuidadosamente buscados, el ambiente, la princesa); de El extraño caso de Angélica, de Manoel de Oliveria (dos bellas durmientes esperando a ser despertadas) con La bella y la bestia, de Jean Cocteau (el surrealismo de la narración, la belleza de las imágenes).Un extraordinario cóctel que hace de Bella durmiente un cuento con música, filmado en castillos de ensueño, con príncipes azules y princesas blancas. Sin olvidarnos de los ángeles, obsesión de Arrieta desde sus primero trabajos, hasta las hadas, en este caso dos hadas estupendas: el hada buena que interpreta Agathe Bonitzer y el hada mala que se encarna en una Ingrid Caven arrolladora. Una última cosa: Bella durmiente no es un producto Disney, lo digo como advertencia para que nadie se lleve a engaños.