sábado, 24 de septiembre de 2016

EL PORVENIR


(Pandora es una gata negra muy importante en la película. Nuestra Negrita podía haber sido la protagonista del film, aunque era mucho mas pequeña que la gorda Pandora)

Esta mañana cuando me he despertado me he quedado un rato en la cama. Hoy sábado 24 es fiesta en Barcelona, La Mercé, y no tenía ninguna urgencia en levantarme. Me he quedado pensando en el porvenir. La palabra porvenir según el diccionario tiene dos acepciones: Tiempo o suceso futuro. Situación o desenvolvimiento profesional de una persona en el futuro. Futuro, esa es la clave. El porvenir es algo que aún no ha pasado pero pasará. A esa definición general yo añadiría una matización personal. El futuro es colectivo, común, lo haremos entre todos; el porvenir es  privado, personal, lo hará cada uno como pueda.
Todo esto venía a cuento de El porvenir, la preciosa película de Mia Hansen-Love que se acaba de estrenar con Isabelle Huppert como protagonista central y casi única. La Huppert se llama en la película Nathalie, es profesora de filosofía en un instituto en el que los alumnos están en permanente revuelta indignada, tiene sesenta años, un marido con el que lleva casada casi treinta años, una madre posesiva y desequilibrada a la que quiere y dos hijos estupendos. El porvenir de Nathalie parece claro: jubilarse, leer, viajar con su marido, aguantar a su madre hasta que se muera, tener nietos. Un porvenir que no encierra sorpresas para una mujer como ella. Pero el porvenir tiene sus propias reglas y ha decidido que Nathalie tenga otro muy diferente. ¿Puede una mujer así empezar de nuevo, tener otro porvenir? Si, si puede. Y Nathalie lo tiene. La delicadeza con que el tándem Mia Hansen-Love –Huppert dibujan este personaje es lo que hace de esta  historia que podía ser un melodrama una comedia moral rohmeriana en el mejor sentido de la palabra. Nathalie nunca cae en la tentación de hacer algo que no deba hacer (por ejemplo liarse con su alumno favorito) ni se comporta como una mujer celosa o abandonada cuando su marido le dice que la deja por una mujer mas joven, sino como una adulta que entiende que la vida, por algo es profesora de filosofía, tiene muchas maneras de vivirse. Me encanta esta película.




(cartel de Los 7 magníficos de John Sturges)

Los siete samuráis de Akira Kurosawa, Los 7 magníficos de John Sturges, Los Lobos de Calla, (1) de Stephen King, Los 7 magníficos de Antoine Fuqua. Una misma historia, distintos paisajes, diferentes épocas. Del Japón medieval, al México de los bandidos, pasando por Calla el pueblo donde El Pistolero y sus amigos libran una gran batalla y acabando, de momento, en este reducto norteamericano. Común denominador: la explotación de los poderosos sobre los indefensos; la incapacidad de la colectividad de defenderse frente al avasallamiento; la necesidad de buscar salvadores. Aunque sea pagando. Entre la película de Kurosawa y la de Sturges pasaron seis años, los que necesitó Hollywood para traducir el film japonés al cine americano. Yul Bryneer, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn y Eli Wallach como el malo de la película forman parte de la educación sentimental de varias generaciones que tienen la música de Elemer Bernstein en la cabeza. Quizás por eso ha tenido que pasar 56 años para que alguien se atreviera a hacer un remake de  esta historia. En estos 56 años no solo ha cambiado el mundo, también ha cambiado el cine y las dos cosas se hacen evidentes en la versión de Fuqua. Ahora los oprimidos y humillados no son un pequeño pueblo mexicano, sino una ciudad de auténticos americanos pobres. Ahora los malos no son unos bandidos desarrapados que roban mas por necesidad que por avaricia, sino un capitalista que explota las minas que hay en el pueblo y que  quiere apoderarse de los campos y sembrados para construir, construir, construir (¿les suena de algo?) y ampliar su negocio; ahora los buenos no son siete desarraigados que unen sus fuerzas en cierto modo para redimirse, sino siete representantes de minorías marginadas y despreciadas que necesitan reivindicar su peso en la historia: un negro, un irlandés, un chino, un indio, un mexicano, un hombre de las montañas… y un americano normal.
Los cambios son superficiales en realidad, imprescindibles para adaptar los personajes de un western clásico a la mirada del siglo XXI. Pero lo más notable son los cambios en el propio cine, los que van de rodar en 35 mm a rodar en digital, los que van de la luminosidad y calor de las imágenes del celuloide a la frialdad  de las imágenes digitalizadas (basta mirar los carteles para ver el contraste). La misma historia tenía que hacerse más oscura para justificar la oscuridad de las imágenes y de los personajes.
Confieso que me impresiona la película de Kurosawa y me encanta la película de Sturges. Pero también me gusta esta versión contemporánea de los tiempos políticamente correctos que nos toca vivir.

(1)   Los Lobos de Calla es el quinto volumen de La Torre oscura de Stephen King que bebe directamente en la película de Sturges para algunas de sus situaciones.
(2)   https://www.youtube.com/watch?v=9iteRKvRKFA este es el enlace a la música de Bernstein por si alguien quiere escucharla y recordar.


(cartel de Los 7 magníficos de Fuqua)


miércoles, 21 de septiembre de 2016

SAN SEBASTIAN DIA 4


Este año, por primera vez en mi vida, he venido al festival de San Sebastián sin trabajo. Quiero decir, sin tener que escribir diariamente para un periódico, o ver las películas para una crónica en una  revista o hacer miles de entrevistas para distintos medios. Tampoco hacer ese otro trabajo de relaciones al que te obliga colaborar con algún festival como ha sido mi caso con Berlín tantos años. No, esta vez estoy aquí para ver cine, para ver amigos, para disfrutar. Y lo estoy haciendo. No es algo que tuviera claro antes de venir. Pensaba que me iba a sentir extraña sin tener un objetivo en medio de gentes que tienen tantos objetivos cada día  o casi cada hora. Pues no.
No soy exactamente público, eso es algo que muy difícilmente puedo sentir con todo el background que tengo detrás, pero si soy espectadora. Espectadora de las películas en primer lugar, pero también de la gran familia festivalera, periodistas, industria, gente que trabaja aquí, en distintos medios. Y me doy cuenta de lo mucho que me ha gustado formar parte de este mundo durante mas de treinta años. Pero me gusta mas aun darme cuenta de que estoy contenta de ver que ya no lo necesito para sentirme bien. Me llena de satisfacción comprobar el relevo generacional en todos los ámbitos, ver que muchas de las ideas que yo tenía cuando trabajaba aquí se han  ido haciendo realidad y que algunas de las semillas que planté en este festival son ahora hermosos árboles. Eso y sentir que a pesar de que han pasado diez años desde mi último festival como miembro del comité de dirección, aun hay mucha gente que me recuerda con cariño y se alegra de verme. Como yo me alegro de verlos a ellos.



Después de esta introducción casi de Querido diario, vamos a las películas.
Siguen las polémicas en el festival. La última, la película polaca Playground. Hay motivo para la discusión y para los contrastes. En las puntuaciones de los críticos hay quién le pone un 0 y hay quién le da un 9, con eso lo explico todo. Y yo ¿Qué pienso? Me lo preguntaba esta mañana mientras desayunaba en un bar y veía las noticias en la televisión. Hablaban de la India. Un adolescente apuñala a su profesora en la calle ante la indiferencia de los transeúntes que lo miran sin intervenir. Indiferencia. Esa es la palabra clave para entender este terrible film. No crueldad, no sadismo, no maldad. Indiferencia que es mucho peor. El director polaco se inspira en un caso real que conmovió Gran Bretaña hace unos años para contar con una enorme distancia una historia éticamente cuestionable, pero desgraciadamente cotidiana. Y para prueba la noticia de esta mañana. Está claro que la violencia con su sangre de guardarropía y sus moratones de maquillaje se acepta en el cine con mucha más tranquilidad que la violencia que no se ve pero se siente, se intuye. Bueno si se ve, pero de lejos, el espectador que está en la sala es como los transeúntes de la India. No quiere ver lo que le están enseñando, porque no quiere intervenir. Porque prefiere ser tan indiferente como lo son esos dos niños capaces de cuidar a un padre paralitico o a un bebé, pero incapaces de sentir ninguna empatía por nadie. La última secuencia de la película es un bisturí que abre las tripas sin anestesia. Un plano fijo sin diálogos, solo con los sonidos del bosque, del tren y los sollozos. La gente se iba de la sala a puñados. Tarantino se aguanta mucho mejor que Haneke. Y este polaco es aún más seco y distanciado que el austriaco. La distancia es la que va de las flores putrefactas vienesas a los cirios malolientes de una sociedad hipócrita como la polaca. Yo todavía no he decidido que puntuación le doy.

Para cambiar de tono he visto dos películas que me han gustado mucho. Las dos  están en Nuevos Directores. Una es española, la otra francesa. La española es María (y los demás) de Nely Reguera. La María del título es Bárbara Lennie en otro personaje inolvidable. Tan enfurruñada y enfadad con el mundo como si fuera Isabelle Huppert, Bárbara le da a esta María una dimensión humana que te llega al corazón. Cuando su padre anuncia que se va a casar con su enfermera, María se verá obligada a replantearse toda su vida. María saldrá fortalecida de ese momento de crisis contado con una ligereza de comedia familiar, un tanto caricaturesca, pero entrañable.

La francesa se titula Lumières d’étè, de Jean Gabriel Periot. Si no sabes nada de ella te puede desconcertar porque los primeros diez minutos son una larga entrevista en plano fijo a una superviviente del bombardeo de Hiroshima. Pero superada esta primera secuencia, el film sale a respirar y se convierte en un paseo tranquilo y feliz por la reconstruida ciudad de Hiroshima de la mano de una joven alegre que vive el pasado, mejor dicho vive en el pasado y observa como ese pasado terrible se ha convertido en un presente que no olvida, pero ya no se atormenta. Ozu y Koreeda están detrás, pero también Linklater y desde luego el cine francés de los años sesenta. Es una delicia y la prueba de que se puede y se debe repensar el pasado sin dejar de mirar el futuro.

martes, 20 de septiembre de 2016

SAN SEBASTIAN DIA 3


Una jornada apretada. Películas y personas, discusiones y entusiasmos
 Este tercer dia ha dado mucho de sí.
Primera controversia: Nocturama, de Bertrand Bonello. Es difícil posicionarse ante este film. Yo he tardado en decidir si me gustaba o no. No es normal que me pase esto, casi siempre lo tengo claro. Pero aquí no. ¿Qué quiere contar Bonello con esta historia de indignados de salón? ¿Qué busca en realidad? La provocación seguro. Mostrar como un grupo de jóvenes ejecutan con precisión de reloj suizo una cadena de atentados de consecuencias imprevisibles, es la parte mas interesante de la historia. Verlos después encerrados en unos grandes almacenes donde se refugian tras los atentados, es la parte mas desasosegante de la historia. Bonello no juzga ni opina. Deja las preguntas abiertas sin darles respuestas. ¿Quién los financia? ¿Cómo los descubre la policía? ¿Por qué los eliminan tan fríamente? Y sobre todo ¿Qué quieren? Escrita mucho antes de la reciente ola de atentados en Francia, Bonello reparte la responsabilidad de estos ataques entre musulmanes y pijos de París. Dará que hablar.

Segunda controversia: Qué Dios nos perdone, de Rodrigo Sorogoyen, la propuesta española de la jornada. Aquí la división ha sido generacional. Los más jóvenes entienden y aceptan la violencia de este thriller urbano y sudoroso. Los mas mayores, se distancian acusándola de machista y de sensacionalista. La verdad es que este nuevo trabajo del director de Stockholm es probablemente el mejor ejemplo de traducción en el cine del lenguaje de las series americanas de asesinos y policías Que Dios nos perdone se puede leer como tres capítulos de serie unidos en  un solo formato. Tres asesinatos de ancianas (un tema que la relaciona con Nit i Dia de Manuel Huerga) inspirados en el caso real del “mataviejas” que hace unos años fue notorio en Madrid, son investigados por una pareja de policías disfuncionales y asociales. Todo ello en el contexto del Madrid veraniego del año 2011, con la figura de la visita del papa flotando en el cielo y la sombra alargada del 15 M que acababa de levantar sus campamentos. Cine sórdido, que hay que mirar con ojos no condicionados por los tópicos que determinan nuestra sociedad. También dará que hablar.

Tercera controversia: Lady Macbeth, de William Oldroyd. Aquí la discusión se produce entorno a las razones que puede tener el personaje de Caterina, una joven recién casada, humillada por su marido y su suegro, para poco a poco convertirse en uno de los seres mas malvados del cine. ¿Las tiene? Seguramente si. Pero no se si eso la justifica en su actos. La película se concentra por completo en esta mujer y la casa donde vive encerrada, filmandola casi siempre en el centro de unos planos frontales y pictóricos. Una de las mejores películas que he visto aquí.

domingo, 18 de septiembre de 2016

SAN SEBASTIAN DIA 2


(San Sebastián se despierta mojado)
¿Cómo se pueden hacer películas tan diferentes y sin embargo tan personales? No lo sé, pero  Alberto Rodríguez consigue cerrar su trilogía sobre la España contemporánea con un film, El hombre de las mil caras, que es diferente y al mismo tiempo igual a Grupo 7 y La isla mínima. ¿Por qué es igual? Probablemente porque Rodríguez trabaja con la misma gente, -coguionista, director de fotografía, músico, montador y productor-, desde hace muchas películas. Eso hace que entre ellos haya una complicidad que se nota en la fluidez con que se narra y se filma todo. Pero esta complicidad, que podía ser un problema por la tentación de la repetición, hace que cada proyecto se desarrolle desde planteamientos muy distintos y que por eso, Grupo 7 sea una película cegadora de luces de barrio, La isla mínima sea una película de brumas y marismas turbias y este Hombre de mil caras sea una película cosmopolita de trajes y corbatas. Aunque lo de cosmopolita habría que matizarlo. La acción pasa en distintas ciudades a lo largo de un año, pero su cosmopolitismo es claramente de interiores, porque, como corresponde a una historia de mentiras, engaños y disfraces, casi todo sucede en espacios cerrados, en pisos cada vez más claustrofóbicos.
El hombre de las mil caras es Francisco Paesa y lo que cuenta este thriller político, rompecabezas de mil piezas que poco a poco encuentran su encaje, es uno de los episodios más siniestros de la historia reciente de la democracia española: la corrupción y el robo que el director general de la Guardia Civil Luis Roldán perpetró a mediados de los años noventa, su escandalosa huida y su más escandalosa detención en Laos. Lo interesante de este film es que si no sabes nada de esa rocambolesca historia no importa, la disfrutas igual gracias a la puesta en escena rápida, ágil, fluida, con cambios de escenarios en los que nunca te pierdes gracias a la voz en off del piloto que conduce al espectador por los vericuetos de la trama y el engaño. Desde luego si se recuerda el caso, se puede disfrutar aún más reviviendo las mentiras y las estupideces que se dijeron y cometieron en torno a ese caso. Hay un tercer hecho: constatar que, como dice uno de los personajes, ahí empezó todo y ese todo es el principio de la podredumbre del estado y la corrupción institucionalizada. Y eso nos lleva a otra conclusión. ¡Que inocente era la corrupción en los años 90!, casi parece de Tin Tin, comparada con los tiburones corruptos que han ido creciendo en los últimos años.
Pero El hombre de las mil caras no es solo cine político, es cine de entretenimiento puro con un personaje tan mediocre y tan oscuro, tan sibilino y cínico capaz de engañar a todo un país y acabar con la carrera política de varios ministros, al que sin embargo acabamos queriendo gracias a la interpretación de Eduard Fernández. Le queremos a él y a ese piloto que es su sombra, su criado, su chofer, su amigo al que da vida Coronado con una contención absoluta. Es muy curioso ver como se complementan estos dos personajes, el guapo, elegante, conquistador sigue como un perro fiel al bajito, y completamente anodino cerebro de la operación. No podemos dejarnos a Luis Roldan interpretad por Carlos Santos, otro hombre vulgar que se creyó aquello de “si todos lo hacen, porque yo no”.


Esta no ha sido la única película española en esta jornada. También se ha podido ver Vivir y otras ficciones, el nuevo trabajo del inclasificable Jo Sol, director del Taxista ful cuyo personaje se recupera aquí en el papel del cuidador de un escritor tetrapléjico. Antonio, el escritor, reivindica la sexualidad para las personas con problemas físicos como el suyo y para eso monta un servicio de asistencia sexual en su casa donde los disminuidos físicos pueden tener relaciones sexuales satisfactorias. Pepe, el hombre que le ayuda y le cuida, no ve con buenos ojos ese servicio y las discusiones entre los dos son el centro ideológico de un film que contado así, parece algo tremendo y en cambio es ligero y sencillo. No sé muy bien cuál debería ser el destino de un producto como este, no lo veo en una sala de cine convencional programado en horario de la merienda. Creo que si el cine está buscando nuevos caminos y este experimento entre social y humano lo es, también debería buscar nuevas vías para su exhibición. En todo caso, el festival es uno de  los espacios a los que pertenece.

El contraste entre estas dos películas me sirve para cerrar este segundo día de festival con una conclusión. Hay que disfrutar con toda clase de propuestas.

(Si me he extendido tanto con El hombre de las mil caras es porque se estrena la semana que viene y quién quiera verla tendrá oportunidad de hacerlo).

viernes, 16 de septiembre de 2016

SAN SEBASTIAN DIA 1


(el festival se puede seguir en vivo y en directo a través de la web http://www.sansebastianfestival.com/es/)

Hoy 16 de septiembre empieza la 64 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. 64 años son muchos años. Casi la edad de la jubilación que al festival le llega con un equipo rejuvenecido y lleno de energía al que lo único que se le puede pedir es que mire hacia adelante sin dejar de dar una ojeada hacia atrás. Porque el futuro es el que este equipo querrá que sea, pero el pasado, reciente y lejano, está ahí para explicar este presente. ¡Que filosófica me ha salido esta introducción al festival! Lejos de mi querer ponerme solemne. El festival es una fiesta, del cine, del público, de la prensa, de la industria. Una fiesta para comprobar que el cine sigue vivo y ofreciendo muchas posibilidades de disfrutar.

Y para muestra un simple repaso a algunas de las películas que se han visto este primer viernes de festival en Donosti.

Toni Erdmann
Empiezo por la que quizás me gusta mas. Toni Erdmann, de la alemana Maren Ade, Gran Premio Fipresci de este año. Historia de un padre y una hija, de relaciones difíciles, de silencios, humillaciones y bromas, interpretada por una pareja de actores estupendos. Pero si esta película me gusta tanto es sobre todo por el subtexto que hay en ella.  La hija es una joven ejecutiva agresiva y feroz que trabaja para una de esas empresas multinacionales de calificación, es decir, una de esas empresas que se dedica a decir donde se puede ganar más dinero sea a costa de lo que sea. El padre es un viejo hippie que no ha madurado del todo. Un hombre que juega peligrosamente con las bromas pesadas y que roza el ridículo en muchas ocasiones. Su encuentro tiene lugar en Bucarest, la capital de Rumanía. Y es este escenario el que le da sentido a toda la historia. Una Europa rica y prepotente con derecho a decidir sobre el futuro de una Europa pobre y humillada. Contraste de culturas que deberían ser similares y que chocan en lo esencial: el respeto. La hija aprenderá a respetar a los demás después de quedarse literalmente desnuda; el padre aprenderá a respetar a su hija después de esconderse literalmente bajo un enorme disfraz. La Europa rica nunca aprenderá a respetar a la Europa pobre, pero al menos este film le ofrece una lección a recodar.

Neruda
Neruda, de Pablo Larraín inaugura las Perlas de este año. Una inauguración de lujo con un film que es cualquier cosa menos un biopic o una hagiografía o una vida de santo comunista. Neruda es un impresionante retrato del gran poeta chileno hecho desde el respeto pero no desde la veneración. Jugando con una ambigüedad en todos los sentidos, Larraín utiliza el punto de vista de un policía de ficción que se convierte en el espejo deformado del poeta. Neruda es un buen ejemplo de intelectual comprometido y de izquierdas que quiere salvar al pueblo pero sin renunciar a sus privilegios de clase y de posición social. Larraín en este sentido es implacable: es muy cómodo ser de izquierdas siendo rico y famoso, ¡ni siquiera te detienen! Pero esta película es importante no solo por atreverse a mostrar a Neruda de esta manera, lo es también por la forma que utiliza, con una narración no lineal en la que un diálogo se prolonga en distintos espacios y momentos, con una voz en off, la del policía, que no adelanta la acción ni la explica y una puesta en escena que en ningún momento busca la coartada de la poesía para justificarse. Una gran película sin ninguna duda.

Manda huevos
Con Manda huevos, Diego Galán continúa su personal repaso de la historia del cine español completando el díptico de género que inició hace un par de años con el film Con la pata quebrada. Tan interesante y necesario como aquel, esta mirada sobre el universo masculino en el cine español desde la posguerra hasta ahora, es sin embargo menos estimulante que el que realizó sobre el universo femenino. No por culpa suya en absoluto. Lo que pasa es que lo que hacen y dicen los hombres en el cine y en la vida es mucho menos interesante y variado que lo que les sucede a las mujeres en el cine y en la vida. Por otro lado, la sorpresa y humor que había en Con la pata quebrada, en Manda huevos ya no funciona igual, puesto que sabemos lo que vamos a ver: un repaso de escenas de sesenta años del cine español que conforman un retrato colectivo de la historia de España absolutamente revelador de la enorme estupidez del hombre hispano

sábado, 10 de septiembre de 2016

EXPECTATIVAS


A veces, cuando tienes muchas ganas de ver una película o leer un libro, la realidad te decepciona. Las expectativas son tan grandes que te quedas un poco mustio si no llega a lo que tú pensabas. Por eso, cuando la película o el libro, no solo responden a las expectativas sino que incluso las superan, la sensación es una de las mejores que se pueden sentir. Eso me ha pasado esta semana con una película y este verano con un libro.



(En cualquier calle de cualquier ciudad hay un bar donde se cuecen tardes para la ira, pero también para el amor, la amistad, la charla, la compañía. Este es el que hay en mi calle)
La película es Tarde para la ira, de Raúl Arévalo. Arévalo es un actor atípico, capaz de hacer de bueno y de malo, de feo y de guapo, sin dejar nunca de ser él mismo. Forma parte de una generación que está renovando el cine español, un grupo de gentes de cine que integran una especie de “gran familia” en el que podemos encontrar a Daniel Sánchez Arévalo (que le dio su primer papel importante), Alberto Rodríguez (que le consagró con La isla mínima), Juan Cavestany o Isaki Lacuesta (con los que ha compartido proyectos suicidas) o Antonio de la Torre (compañero en muchas de las películas que ha hecho). De todos ellos ha aprendido Arévalo, observando y sintiendo.  De todos ellos ha sacado experiencias que le han servido para enfrentarse a una primera película que no parece una ópera prima.
Por el contrario, hay en Tarde para la ira un control de la narración, una seguridad en los tiempos, en la posición de la cámara y en los movimientos que muchos veteranos no consiguen jamás. Pero si eso ya sorprende, lo que es más interesante en este film es la puesta al día y en clave contemporánea del universo del western. Empieza con un asalto muy violento a una joyería (podía ser un banco en un film del oeste). Pasa después a un bar  (un saloon) donde encontramos la típica fauna de bar de barrio. Con una excepción, el hombre callado, serio, aislado de todos, un hombre que mira y escucha, un hombre que sin que lo sepamos tiene un objetivo. Hay una chica que trabaja en el bar; hay un hombre que sale de la cárcel; hay una venganza. Hay coches en lugar de caballos, hay casas de pueblo en lugar de ranchos, hay violencia muy contenida.
Tarde para la ira es un western perfecto, impecable. Raúl Arévalo demuestra que no solo ha aprendido de sus directores y amigos, también ha visto mucho cine. Cine clásico, cine de sentimientos que no se muestran pero circulan por debajo de la historia impulsando a los personajes hacia un final quizás esperado, pero nunca previsible.



El libro es la saga inmensa de Stephen King: La torre oscura. Son siete libros, casi 5000 páginas, un viaje a un mundo (muchos mundos) que me ha ayudado a escapar de este tediosos y caluroso verano. King empezó a escribir la primera parte de La torre oscura, La hierba del diablo, en 1970. Tenía 23 años. La publicó en 1982 cuando ya era un escritor más o menos conocido gracias a Carrie. King construyó este mundo paralelo o mundos paralelos, a lo largo de 34 años. El volumen séptimo de La torre oscura se publicó el año 2004. Ramon, mi marido que fue el primero en interesarse por la literatura de King y descubrir que era uno de los grandes escritores  del siglo XX, compró los cuatro primeros libros de la saga en el año 2006. Yo entonces no quise leerlos. Más tarde, leí el primero y el segundo, pero aunque me gustó, el hecho de no tener los siete volúmenes me echó para atrás. Este verano los he reunido todos y los he leído casi sin respirar.
Es imposible contar todo lo que sucede en este libro que es western (Clint Eastwood, Sergio Leone, John Sturgess); es aventura medieval (el rey Arturo y sus caballeros), es mundos fantásticos (Tolkien no está lejos), es melodrama romántico, es historia de amistad i lealtades, es terror en estado puro, es crónica contemporánea a su tiempo de gestación lo que la convierte en lección de historia reciente. Roland Deschain, de Gilead, es el máximo protagonista, el guía, el organizador, el que busca la Torre. Eddie Dean, de Nueva York, Jake Chambers, de Nueva York, Susannah Dean, de Nueva York, son sus tres acompañantes. Sin olvidarnos de Acho, el bilibrambo, uno de los mayores hallazgos de la narración.
La torre oscura está llena de ideas brillantes –como la raedura, un sonido que abre una brecha en el aire y produce un sonido insoportable, o los arrunados, niños a los que se les ha robado el alma–; de personajes apasionantes, Susan Delgado, el padre Callahan… y descripciones inesperadas e insólitas de paisajes y ciudades. Hay puertas entre los mundos, hay rosas rojas y negras, hay un Rey Carmesí malvado y hay un escritor, el propio Stephen King, que forma parte de la narración y se convierte en una de las claves para que el viajero/lector llegue a la Torre y consiga salvar al mundo, a los mundos, que se han movido y corren peligro de caer en la oscuridad. Pero sobre todo hay una historia que si te engancha, no te deja respirar hasta que, desgraciadamente, se acaba.
(Tengo que confesar que al leer este libro de libros he sentido una extraña sensación de proximidad. En Solsticios, la primera parte de mi novela La piedra negra, escrita en 1981, ya hay un campo de rosas negras, puertas que comunican mundos y un Nueva York que tiene en Central Park un escenario fundamental para la historia).



sábado, 3 de septiembre de 2016

HISTORIAS, HISTORIA


(este barrio cerca de mi casa es uno de los que más ha sufrido con la crisis)
Este viernes se ha estrenado Cerca de tu casa, dirigida por  Eduard Cortés y protagonizada por Silvia Pérez Cruz que también se ha encargado de la banda sonora y las letras de las canciones. Porque Cerca de tu casa es un musical. Un musical con tema. Un musical que se acerca a las casas de los desahuciados, a los hombres y mujeres que desde el 2007  han sufrido el dolor y la vergüenza de verse privados de sus viviendas, privados de la dignidad. Privados por un sistema que les vendió el humo de la prosperidad y al primer soplo de viento, lo convirtió en el fuego de la desesperación.
El tema es universal y puede ser contado de muchas maneras. De hecho, se podría hacer un mini ciclo de la crisis y los desahucios con Techo y comida, de Juan Miguel del Castillo, aproximación neorrealista, La Granja del Pas, de Silvia Munt, aproximación documental y este Cerca de tu casa, aproximación abstracta y musical. Con las tres se construye un retrato bastante preciso de la situación social en España en estos últimos años.
Pero hay cosas que diferencian las tres propuestas. Y son esas las que más me interesan en este experimento de musical comprometido. Salvando todas las distancias –y la dimensión de las distancias que la ponga cada uno–, Cerca de tu casa me ha recordado Pennies from Heaven, de Herbert Ross basada en una obra de Dennis Potter, una película del año 1981 que levantó pasiones y odios a partes iguales y que ha quedado injustamente olvidada. También allí se utilizaba la música, el baile y las canciones para expresar los sentimientos de gente que vivía la gran depresión desde la pobreza y la desesperanza. Es una opción. Tan válida como cualquier otra y quizás más valiente, ya que requiere del espectador un cierto grado de aceptación de una convención que nada tiene que ver con la realidad, pero si mucho con la capacidad de evocar sensaciones y emociones a través de un lenguaje que normalmente no se utiliza para eso.
(He leído en críticas y entrevistas que el referente que tenían director y actriz era Bailando en la oscuridad, de Lars von Trier. Puede ser. También me viene a la cabeza Une chambre en ville, de Jacques Demy. Todos estos films son experimentos de cine social con música, una variante interesante del cine musical).



(esta foto de mis padres y tíos se tomó en Xochimilco en agosto de 1940, curioso)
El elegido de Antonio Chavarrías nos enfrenta a una historia que conocemos pero que muchos querrían olvidar. La película cuenta la construcción de un asesino por mandato político orquestado por su propia madre: Ramón Mercader, militante comunista/estalinista catalán que mató a Trotsky en México el 20 de agosto de 1940 siguiendo las órdenes de su madre, la dirigente del servicio secreto soviético, Caridad Mercader. Lo que me parece mas importante de esta estimulante recreación histórica de Chavarrías, es lo que tiene de actualidad al constatar que el estalinismo no ha desaparecido del mundo aunque ahora se tiña de otros colores. Por ejemplo, lo que está haciendo Erdogan en Turquía ante la total impunidad de Europa y Estados Unidos que miran para otro lado, es una nueva forma de estalinismo. Menos peligroso, es cierto, porque de momento solo maltrata y destruye a sus propias gentes a diferencia de Stalin que extendió su sombra asesina por todo el planeta. Pero igualmente odiosa en su prepotencia de querer imponer un pensamiento único: el del fundamentalismo islámico.

No tengo idea que habría pasado si Trotsky hubiera ganado a Stalin en la vieja Unión Soviética. Seguramente una catástrofe parecida con otros protagonistas. Pero de lo que si estoy segura es que la lucha fratricida entre líderes de la izquierda que quieren el monopolio del poder, se reproduce una y otra vez a lo largo de la historia. Castro y el Ché son un buen ejemplo. Me he ido por las ramas como siempre. Vuelvo a El elegido solo para recomendar que se la vea no solo como una película política sino como un film de aventuras, de espías y de amor. Y como una apuesta por hacer un cine ambicioso en sus planteamientos de producción, con actores internacionales, rodada en inglés y en escenarios naturales de México. Y lo que es más importante, sin caer en maniqueísmos de buenos y malos. En esta triste historia de manipulación y crimen, todos son víctimas.