martes, 5 de mayo de 2015

GALLEGOS



(un paisaje de Ramon que podría servir de fondo a A esmorga)
Algunas de las sorpresas que te da el ir  a ver una película sin saber nada de ella, es encontrarte con una historia que de repente te suena a conocida. “Esto ya lo he visto, aunque era diferente”. Es lo que me pasó con A esmorga, el film de Ignacio Vilar que se estrena este viernes. A esmorga es una película gallega, basada en una novela de Eduardo Blanco Amor, publicada en 1959. Su título se puede traducir por Parranda. Fue entonces cuando me acordé que, efectivamente, esa historia la había visto hace muchos años en una película de Gonzalo Suárez que se llamaba así: Parranda. Pero casi cuarenta años no pasan en vano y esta parranda húmeda y brumosa no se parece al recuerdo que tengo del film de Suárez. Así que no voy a compararlas en ningún caso.
Ciñéndome a esta versión,  probablemente más literal que la otra, lo primero que destaco es su sequedad. ¿Cómo hacer de una historia que pasa bajo la lluvia y la niebla, regada por todo tipo de líquidos alcohólicos y preñada de sueños húmedos, un film seco? Es la gracia del director y el trío de actores que ocupan la pantalla de principio a fin. Solo una cosa le cuestiono a esta historia de destrucción, a este viaje al final de la noche ambientado en una Galicia rural en los años cincuenta: la música. En una aventura tan destructiva como ésta, con unos actores que rozan la teatralidad sin caer nunca en ella, con una voluntad de ser realista, pero no naturalista y una falta absoluta de sentimentalismo, la música del piano me saca un poco del mundo de este trío suicida que pasa por la vida dejando un rastro de caos.   


2
El estreno de A esmorga y de Las altas presiones me hacen constatar la salud del cine gallego en este año 2015. Hace años ya, desde que Jorge Coira sorprendió con 18 comidas, que el cine gallego está llamando a la puerta del cine español. Es una excelente noticia constatar que en una sociedad plurinacional y pluricultural como la española, existen focos de creación potentes como el catalán, el vasco, el gallego o el andaluz. Es la mejor prueba de la riqueza de un país que tiene la inmensa suerte de tener cuatro idiomas distintos y cuatro miradas (o mas) sobre la realidad. Esta riqueza no tiene nada que ver con nacionalismos o independencias,  y mucho menos tiene que ver con un afán uniformador y centralizador.  Es la prueba de que España es un pueblo formado por muchos pueblos que en su interrelación se enriquecen unos a otros. Que en Euskadi se hagan  películas como Loreak o  El negociador; que Catalunya produzca films como Murieron por encima de sus posibilidades o El cami mes llarg per tornar a casa; que Extremadura nos sorprenda con una historia como  El complejo del dinero o Andalucía cuente con directores como Alberto Rodríguez, es la mejor noticia que podía tener el maltrecho y a veces poco esperanzado cine español.

3
Unos apuntes sobre Las altas presionesCamiños de Bardaos de Ángel Santos. De Camiños de Bardaos, un corto que habla de encuentros extraterrestres en un pequeño rincón de Galicia, me gustó sobre todo la mirada sobre el paisaje. Pensé que ahí había un buen localizador de caminos que tejen una extensa red de aterrizaje para los ovnis que visitan Galicia desde la Edad Media. Y cual no fue mi sorpresa al ver que el protagonista de Las altas presiones es… un localizador. Curiosa coincidencia con un tema que últimamente me ha ocupado mucho con el libro Scouting in Catalonia y la exposición que lo ha acompañado. En este  caso se trata de un localizador que busca en la Galicia de ahora mismo paisajes industriales en ruinas mientras intenta reconstruir la ruina de su propia vida. El contraste de la Galicia rural y brumosa de A esmorga y la Galicia urbana y luminosa de Las altas presiones, es la mejor prueba de que un mismo escenario y una misma identidad cultural produce un sin fin de historias diferentes.




No hay comentarios:

Publicar un comentario