Antes
de entrar en materia, es decir, antes de fumarme Puro vicio, me gustaría hacer un repaso twitero por tres películas
estrenadas hace una semanas y de las que no he podido hablar antes. Tres films
muy diferentes entre sí, pero con un encanto y un interés innegable. Es
probable que ya no estén en los cines cuando publique este post el domingo,
pero seguro se podrán recuperar en Filmin dentro de muy poco.
Calvary
Irlanda,
paisajes preciosos, gente sencilla, raíces católicas muy arraigadas. Un sacerdote
que cree en lo que hace. Los habitantes de un pequeño pueblo. El mal de los
abusos infantiles como macguffin horrible. Un crimen anunciado. La primera secuencia descoloca: “Padre, le
voy a matar. Le voy a matar aunque usted no ha hecho nada”. Y a partir de aquí,
una semana para que el espléndido Brendan
Glesson descubra que en ese idílico lugar nada es lo que parece, ni
siquiera él mismo. Un film inteligente.
Una película que hace pensar sin necesidad de dar lecciones.
Fuerza mayor
Los
Alpes franceses, paisajes nevados, gente adinerada, raíces bergmanianas. Una
familia, padre, madre, dos hijos. Noruegos, perfectos. Pero a veces basta un
hecho inesperado para que la apariencia de felicidad se resquebraje y se rompa.
Un alud inoportuno provocará el hundimiento en la miseria de esta rica familia
no feliz. No siempre la familia que se
lava los dientes unida permanece unida. Un film frío. Una película para desear
no ir nunca a esquiar.
El país de las
maravillas
Toscana,
paisajes veraniegos, gente marginal, raíces hippies. Mujeres, muchas mujeres.
Cuatro hijas pequeñas, una esposa, una hermana o algo parecido y un padre,
marido, hombre, el único en la casa hasta que llega un niño alemán que no habla,
pero silba. El equilibrio de todos lo mantiene la hija mayor, Gelsomina. Ella
es el eje de esta historia que enlaza los etruscos con Berlusconi, con las
abejas como hilo conductor. Un film
feliz, sencillo, sin fisuras. Una película que te deja un estado de ánimo
especial. Que te hace querer una Gelsomina en tu vida. Dedicada a Baumi (Karl
Baumgarten).
Puro vicio
Ya
hemos llegado al gran estreno de la semana. El film que va a dividir a la
crítica de una manera radical. Puro
Vicio, de Paul Thomas Anderson, basado en la novela de Thomas Pynchon.
Primero
de todo. No soy fan de Pynchon. No discuto que sea un gran escritor, ni que sea
la gran esperanza blanca de la literatura americana, pero sus novelas, (he
empezado alguna y no he podido terminar ninguna) me parecen confusas, de una
metafísica innecesaria y con una clara voluntad de apartar a los no elegidos.
Segundo.
Soy fan de Paul Thomas Anderson. Por eso vi la película hasta el final, por eso
disfruté con algunas de las ideas de la puesta en escena, especialmente el uso
del color y de la luz y la seca evocación psicodélica de los primeros setenta.
Tercero.
Una vez aclarado esto, la trama. Es tan liada, tan confusa, se abre en una
espiral que sabes dónde empieza pero no donde te lleva, que acabas por
desconectar de lo que te está contando. La verdad es que me importa muy poco lo
que le ocurra al fumado de Doc, su larguirucha y desaparecida novia, el policía
corrupto y dominado por su mujer y toda la fauna que llena la pantalla en distintas
secuencias.
Cuarto.
Chandler. Es inevitable pensar en Raymond Chandler y El sueño eterno o El largo
adiós. En todas las críticas se hace referencia a uno u otro libro (y
film). Con El sueño eterno comparte
la confusión y falta de coherencia en la trama. Aunque la novela de Chandler y
el film de Hawks son mucho más entretenidos. Con El largo adiós comparte ambiente, no el de la novela sino el de la
película de Robert Altman que era, con todo, mucho más divertida y negra que ésta.
Quinto:
El Nota. Perdón por discrepar. Doc no tienen nada que ver con El Nota, el
estupendo personaje de El gran Lebowski
de los Coen. Doc vive agobiado y no es capaz de disfrutar de la vida; el Nota
es inteligente y sobre todo libre.
2
Un
último apunte sobre Negociador, de
Borja Cobeaga. Cuando la vi, hace ya tiempo, no me gustó nada. No entré en su
juego aunque me pareció un film interesante y necesario. Sin embargo, me
descubro, meses después, recordando espacios de esta película de una forma
intensa. Es una sensación extraña. Recuerdo ese comedor horrible de hotel donde
desayunan los dos negociadores; recuerdo ese camino absolutamente banal donde
hacen el ridículo corriendo; recuerdo ese bar que abre y cierra el film con dos
atmósferas completamente distintas; recuerdo la sala de la negociación, lo más
alejado del glamour de espionaje que he visto nunca. Y me doy cuenta de que, a
pesar de no gustarme, algo tiene este film que lo distingue y lo hace especial.
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