viernes, 25 de diciembre de 2015

ULTIMA ENTRADA DEL AÑO 2015




Cuatro preciosas postales que Ramon ha hecho a lo largo del 2015 para La Casa Grande, el hotel que Elena Posa tiene en Arcos de la Frontera. Con ellas deseo que el 2016 sea feliz para todos, pero además que sea interesante, estimulante y diferente.

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STAR WARS
Ha llegado el momento de escribir de Star Wars. Y no solo de la nueva entrega, el capítulo 7. Vaya por delante que soy de las que defienden  y disfrutan con esta saga que ha conseguido a lo largo de casi cuarenta años reunir entorno a una MITOLOGIA, a dos o tres generaciones.  Algo debe tener para sostenerse en el tiempo y crear además una identificación en cada una de las nuevas generaciones que la descubren. No me voy a poner exquisita ni filosófica. Tampoco quiero rebatir a todos los que, con sus propias razones, les parece esta historia una tomadura de pelo. Y mucho menos me voy a alinear con esa ingente masa de fanáticos que la siguen sin cuestionarla. Todos están en su derecho de  comportarse como quieran respecto a ella.
Así que simplemente voy a contar porque me gusta esta saga galáctica.
En primer lugar y tras discutirlo con varios amigos y de acuerdo con ellos, hemos decidido que el orden correcto de visionado es el siguiente: Episodio  IV. Una nueva esperanza (1977), Episodio V. El Imperio contraataca (1980), Episodio I.  La amenaza fantasma (1999), Episodio II. El ataque  de los clones (2002), Episodio III. La venganza de los Sith (2005), Episodio VI. El retorno del Jedi (1983), Episodio VII. El despertar de la fuerza (2015). No es un orden cronológico, es un orden Mitológico que nos permite entender las razones de los héroes, especialmente Luke y Leia, para actuar como lo hacen.
En segundo lugar quiero poner el acento en una de los elementos más interesantes de la Saga Galáctica: hablan de ahora mismo. Del ahora mismo en que fueron realizadas, claro, y del ahora mismo que  nos rodea en este momento. No creo que un historiador pueda entender bien que fueron los años 70, con la crisis de las ideologías, el final de los bloques, la necesidad de plantar  cara a los poderes establecidos en todos los segmentos de la sociedad, sin conocer la lucha de estos tres héroes outsiders que son Luke, Han Solo y la princesa Leia. Como tampoco se puede entender esos años de despilfarro y de decadencia moral en los que el mundo entero, como si fuera un Anakin Skywalker colectivo,  cayó en el lado oscuro de las fuerzas del mal. Esta tercera etapa que comienza ahora, tiene algo de esperanzador. No sé si  la sociedad será capaz de vencer a los malos. Pero en todo caso, lo vuelve a intentar.
En tercer lugar, hay una cosa que me gusta mucho. Tengo la impresión de que para mí, que tenía 27 años cuando se estrenó la primera entrega haber tenido tiempo de verla crecer y desarrollarse como  un ciclo artúrico contemporáneo, es un auténtico regalo. Porque esta saga habla también del tiempo: el tiempo transcurrido entre 1977 y ahora; el tiempo narrativo y el tiempo real. El tiempo es el gran elemento de la Guerra de las Galaxias. El tiempo del cine que ha evolucionado técnicamente; el tiempo de la historia que ha desarrollado la mitología de sus héroes extendiéndola a una saga familiar; el tiempo del público que se identifica en cada momento con uno u otro héroe.
Una de las principales pegas que se le han puesto a La guerra de las Galaxias es su “infantilización”. No lo tengo muy claro. Los cuentos para niños desde siempre han sido cuentos para niños. Y de lo que se trata es de que cada nueva generación, es decir los que ahora tienen entre diez y quince años, se sientan participes del MITO. Eso no quiere decir infantilizar, quiere decir hacerlo sencillo. Y muchas veces  lo sencillo no fue siempre fácil.
Y acabo. Solo una aclaración: yo disfruto por igual con El despertar de la fuerza de J.J. Abrahms  y  La Academia de las Musas de Guerín, con El puente de los espías de Spielberg y Paulina de Salvador Mitre, con Spectre de Sam Mendes y Una pastelería en Tokio, de N. Kawase. Es lo que tiene que me guste el cine. Todo el cine.

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ALICIAS
Kate no se llama Alice, pero podría. Kate lleva 45 años casada con Geoff. Juntos están preparando una fiesta con sus amigos para celebrarlo. Su vida transcurre en unos márgenes de cordialidad y seguridad. Pero todo se desmorona un lunes cuando el cartero trae una carta para Geoff. Esa carta introduce en la vida de Kate la duda. No vale que Geoff le cuente lo que le cuenta; no importa que para él el choque sea solo momentáneo y sea capaz de seguir adelante. Para Kate, es decir para Charlotte Rampling, esa duda resquebraja todo el edificio de su convivencia abriendo un abismo a sus pies.  Kate/Charlotte nos lo cuenta solo con su rostro, que pasa de la sonrisa feliz del lunes a la tristeza infinita del sábado, día de la fiesta. Pocas veces he visto reflejado en una pantalla ese profundo sentimiento que es la pérdida de confianza en una pareja. Y sin caer en el bergmanismo, cosa muy de agradecer.

También el mundo de Alice, la protagonista de la novela de Daniel Sánchez Arévalo La isla de Alice, se ve roto en mil pedazos cuando su marido, Chris, muere. No es su muerte, ya de por si dolorosa, lo que la hace perder la seguridad. Es descubrir que Chris tenía un secreto. Es una novela donde a veces cuesta empatizar con la protagonista y, en cambio en otros, la entiendes muy bien. Este vaivén entre la simpatía y la antipatía, hace que no la quieras dejar, al contrario, quieres seguir con ella, ver hasta dónde va a llegar. Descubrir el misterio de Chris es casi lo menos importante. Lo importante es ver cómo esta mujer va “construyendo” un mundo a su medida. Como si fuera un director de cine y los habitantes de la isla sus personajes. Y esto, ser capaz de amar y odiar a un personaje en cada página, es algo que solo un gran escritor puede conseguir.

La segunda Alice, es la de La odisea de Alice, de Lucie Borleteau. Alice es una mujer con las ideas muy claras. Ella no quiere ser un hombre, solo quiere ser una mujer en un mundo de hombres. En ese sentido, la película es profundamente hawksiana (de Howard Hawks). Alice es ingeniera de maquinas en un carguero que hace la travesía entre Marsella y el norte de África. Es una mujer que controla la situación, que marca las reglas, tanto en su trabajo como en sus relaciones sexuales y sentimentales. Pero en su vida, como en la de Kate y en la de la otra Alice, la literaria, se introduce una duda. La que siembra en su alma el diario de su antecesor en el cuarto de máquinas, un texto que la hará cuestionarse su propia vida.


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MACBETH
Algunas constataciones en torno a Macbeth.
-Cada generación hace una relectura de las obras clásicas de Shakespeare.
-El texto, siendo el mismo, parece distinto según quién lo pone en escena.
- Macbeth es una historia inmortal de la que hay paralelismos en la vida política de cualquier tiempo y lugar.
-De las muchas adaptaciones al cine que se han hecho de la obra, hay tres que son imprescindibles. La de Orson Welles en 1948, rodada en precarias condiciones y con una luz tenebrosa y sombría; la de Akira Kurosawa, Trono de sangre, realizada en 1957,  enraizando la historia inmortal del inglés con la tradición japonesa de las guerras entre clanes y samuráis; la de Roman Polanski en 1971, un intento de adaptar casi literalmente la pieza poniendo el acento en la duda y el miedo de Macbeth.
-La nueva versión de Justin Kurzel con Michael Fassbender y Marion Cotillard como la asesina pareja, es justamente la que corresponde a nuestro tiempo. Tiempo de sangre y espectáculo, tiempo de juego de tronos, tiempo de desmesuras y violencias llenas de belleza. Porque este Macbeth es hermoso en sus tonos rojos, porque este Macbeth es mas romántico que medieval. Porque este Macbeth es el que nos corresponde ahora mismo.  
(Un simple apunte. House of cards es también un Macbeth  acorde con nuestro mundo)







sábado, 19 de diciembre de 2015

VOTOS Y VOTACIONES


(este cuadro de Ramon parece una urna dispuesta a llenarse de los votos de todos)
Escribo esto el sábado 19. Mañana votamos en las elecciones generales. Y votamos todos. Hombres y mujeres mayores de 18 años. Esto, tan normal que nadie se para a pensar en ello, hace cien años era imposible. Hace cien años, las mujeres no tenían derecho  a votar. En realidad no tenían derecho a casi nada. A existir en función de un hombre: padre, marido, hermano. Sufragistas, la película de Sarah Gavron que se estrena muy oportunamente esta semana, nos recuerda que conseguir poder  votar mañana fue un camino lleno de dificultades, de peligros, de renuncias, de luchas, que llevaron a las mujeres a arriesgar su vida, su trabajo y su familia para conseguir tener una voz propia en el mundo. La lucha fue larga y las cimas se fueron conquistando poco a poco: en Estados Unidos, en 1920, en Gran Bretaña en 1928, en España en 1933, en Francia en 1944. Hace nada, históricamente hablando. Nada  si además lo comparamos con la cantidad de países del mundo en los que las mujeres siguen siendo privadas de este derecho  y de muchos más. Y no solo en las medievales sociedades islamizadas, dominadas por una lectura religiosa obsoleta y reaccionaria. También en lugares donde aparentemente la igualdad está conseguida, como China o la India, queda mucho por combatir, queda mucho por alcanzar.
De esta película y sobre todo de la lucha de las sufragistas que hace cien años salieron a la calle, sacó algunas conclusiones muy contemporáneas.
Una. La lucha es colectiva, solidaria e internacional. No se habría conseguido nada si las mujeres inglesas solo se hubieran preocupado por las mujeres inglesas sin importarles lo que las españolas, o las italianas podían necesitar. Las luchas son solidarias por abajo al margen del lugar donde uno nace y el idioma en el que grita su reivindicación. Esta es una primera lección que todo el que se considere de izquierdas debería tener claro. La solidaridad y la internacionalización son dos conceptos indisolubles de la lucha por los derechos. Si solo me planteo “salvar” a los míos sin importarme lo que les pase a los “otros”, mi posicionamiento de izquierda no será demasiado creíble. Los nacionalismos son insolidarios por naturaleza. Las mujeres lo entendieron y lucharon juntas; catalanas, andaluzas, madrileñas en 1931. Todas ahora mismo.
Dos. La lucha de las mujeres no era solo por el voto, era también por la igualdad. Igualdad de oportunidades, igualdad de responsabilidades, igualdad de salarios. En este terreno queda mucho aun por conseguir. Pero de lo que estoy segura es que con la idea de los cupos y las paridades no se contribuye a esa igualdad. Las mujeres y los hombres tienen que acceder a los  puestos de responsabilidad por lo que valen, no por su sexo. Hace unos días Pilar Rahola, persona con la que no suelo estar de acuerdo en casi nada, dijo una cosa que aplaudo: “quiero que me valoren por mis neuronas, no por mis hormonas”. La paridad es una condescendencia. ¿Por qué paridad, por qué no una consejo de administración o un gobierno con mayoría de mujeres? La paridad sigue siendo un reconocimiento del tutelaje masculino.
Sufragistas, la película, evoca esta lucha y lo hace sin victimismo, pero tampoco con un afán de venganza. Lo hace con inteligencia, con humor incluso. Y sobre todo con respeto. El respeto que se merece todo aquel que lucha porque la sociedad sea más justa. Toda la sociedad, no solo una parte.

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De Stars Wars 7 hablaré la semana que viene si he conseguido una entrada para verla¡¡¡


sábado, 12 de diciembre de 2015

PASEAR



(un paseo por Santa Coloma)
1.
Andar por placer o para hacer ejercicio por un lugar, generalmente al aire libre, despacio y sin un destino determinado.
Esta es la definición de la palabra Pasear que se encuentra en cualquier diccionario. Pasear es caminar por gusto, no por obligación. Pasear es ir despacio, mirando a tu alrededor. Es mirar el cielo y el suelo; es detenerte a ver una flor o una ventana; es sentir el viento en la cara o el ruido de la ciudad. Pasear es una de las mejores cosas que se pueden hacer en la vida. No cuesta nada. Solo tener ganas y un poco de tiempo. Es algo que se puede hacer en compañía o solo. Son paseos diferentes. En compañía el ritmo se tiene que acoplar, las respiraciones se tienen que conjugar. Hay que compartir lo que se ve, lo que se descubre. Cuando paseas solo, todo fluye de una forma mas sencilla. Yo he paseado mucho en compañía de Ramon. Somos asiduos paseantes de la ciudad, desde lo más cercano que es nuestro barrio, hasta lo más alejado. Hace poco, hicimos un larguísimo paseo por Bellvitge y Hospitalet. Fue un descubrimiento: desde el contraste entre el futuro y el pasado que representa el Hotel  Hesperia al lado de la ermita románica, hasta el viaje en el espacio a una especie de Texas de bolsillo con sus almacenes y edificios bajos, pasando por un resto de gótico enclavado en una ciudad que crece con alegría. También fue muy bonito un paseo por Santaco, Santa Coloma, ese barrio de colores que trepa por la montaña al norte de la ciudad, sobre el rio Besos, subiendo y subiendo. Pasear por Barcelona es muy interesante y, aunque no lo parezca, es muy relajante.
Pasear por el campo o por la montaña o por el bosque, produce otras sensaciones. Desde la paz al miedo, el desconcierto de no saber dónde estás, la sorpresa de descubrirlo. Ir de un sitio a otro, a veces sin objetivo, por casualidad. Recorres caminos que rodean pueblos o te pierdes en senderos que suben por la montaña y apareces en una cumbre desde la que ves el horizonte. Pasear es algo que recomiendo a todo el mundo.
Todo esto viene a cuento de la película Un paseo por el bosque. No es un gran film, no es uno de esos títulos que se quedan en la memoria. Pero tiene la virtud de despertar el deseo de salir a andar, de buscar los caminos que crucen tus propios Apalaches, a veces tan cercanos como Collserola. Redford está acartonado, Nolte esta gordísimo, no son tan adorables como Lemmon y Matthau; no son tan guapos como Newman y el propio Redford. Pero son humanos y vulnerables. Y pasean juntos por los bosques y las montañas.

si quieren saber mas de paseos les recomiendo entrar en el post del blog de Ramon Herreros que habla precisamente de esto: http://ramonherreros.blogspot.com.es/search?q=pasear



(el dibujo que hizo Ramon del paseo por Santa Coloma)

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Otro tipo de paseo es el que invita a hacer La novia, libre adaptación de Bodas de sangre de Federico García Lorca. Un paseo de dos tipos. Literario, al provocar el deseo de volver a leer a Lorca desde una perspectiva nueva: la de un poeta libre y con un lenguaje muy rico. Paisajístico, al utilizar como escenario de esa apasionada y trágica historia no la Capadocia, (sería demasiado simple y eso implica viajar antes que pasear) sino los Monegros, mucho más  cercanos y asequibles, mucho más secos y misteriosos, mucho más extraños y lunares, como la propia Novia que se mira en la luna.
La novia de Paula Ortiz y de Inma Cuesta es una novia hermosa, mejor dicho bella. De una belleza extrema que a veces molesta. En esta sociedad nuestra  vende más la fealdad y el supuesto realismo sucio que la belleza y el supuesto realismo mágico. No es un film fácil. Exige del espectador el deseo de establecer estos dos paseos mientras se deja arrullar por los versos y las estrellas.






sábado, 5 de diciembre de 2015

ESPIAS


(esto es lo que queda del Muro de Berlín, de la guerra fría quedan aún muchas otras cosas)

El 9 de noviembre del año 1989 caía el muro de Berlín, erigido de forma clandestina el 13 de agosto de 1961. Durante estos casi treinta años, los espías de uno y otro lado, protagonizaron la vida real, pero sobre todo la vida literaria y cinematográfica creando un género específico: el cine de espionaje de la guerra fría.
No es que antes de 1961 no hubiera espías en el cine y en la vida. Claro que los había, pero casi todos eran espías nazis. Desde Encadenados, de Hitchcock, a Operación Cicerón, de Mankiewicz, los malos eran los nazis y los buenos el conjunto de los aliados. También ha habido espías después de la caída del muro, aunque son de otro tipo: Jason Bourne, o la Carrie de Homeland, son buenos ejemplos. La edad de oro del cine de espionaje, como de la literatura del género, comienza a finales de los cincuenta coincidiendo con el auge de la guerra fría y la construcción del muro de Berlín. La ciudad de Berlín se convierte en esos años en el escenario ideal para contar historias donde la CIA, el M16 y el KGB, dirimen sus enfrentamientos. Historias que la mayor parte de las veces son sórdidas, poco glamurosas, con personajes más bien rutinarios.
Es en este contexto donde sitúa Spielberg el argumento de El puente de los espías, protagonizado por un personaje gris y sin brillo, como lo era el Smiley de John Le Carré. Un hombre normal que se ve obligado a defender un concepto del mundo que pone por encima de todo el respeto a la libertad. El puente de los espías sucede en el momento en que los soviéticos están levantando el muro de Berlín y con el puente de Glienike como escenario de los intercambios de espías de uno y otro bando. ¿Por qué Spielberg decide hacer ahora, en pleno siglo XXI, una película sobre la guerra fría con un guión excelente de los hermanos Coen como base? Hay muchas respuestas, pero a mí me sirve una: estamos en el umbral de una nueva guerra. No sé si será fría o caliente, pero será una guerra entre dos maneras de entender el mundo, dos conceptos de la libertad, la dignidad y el uso del poder. Como lo era en los años cincuenta y sesenta. Es esto lo que hace de este magnífico film histórico un excelente retrato de nuestra contemporaneidad: Spielberg habla de 1960, pero en realidad, habla de ahora mismo. Esta es una película que mira el siglo XX para entender el siglo XXI.
Pero esto no sería suficiente para hacer de El puente de los espías uno de los mejores films de año y probablemente uno de los mejores de Spielberg. Lo que hace que la aventura de James Donovan/Tom Hanks nos conmueva y nos arrastre con él durante mas de dos horas, es la forma como está contada. Como resuelve la primera secuencia del seguimiento en el metro y la detención del espía ruso; como nos presenta a Donovan con una conversación donde deja clara su inteligencia. Como narra los encuentros entre el espía y el abogado; como  avanza casi sin darte cuenta hasta encontrarte al lado de ese hombre común que sabe que debe hacer lo que se tiene que hacer. Spielberg es un Clásico con mayúsculas. Esta película huele y sabe a años cincuenta. Uno siente el miedo y la tensión al pasar los controles de Friedrichstrasse, vive la miseria de una ciudad dividida y atemorizada, comparte con Tom Hanks (cada vez más parecido a James Stewart) el desprecio por esos espías sin alma que son los agentes profesionales de la CIA y de la KGB. Donovan es débil y tiene miedo. Pero es un Hombre Digno. Y eso es suficiente.
Una acotación, durante toda la proyección me preguntaba qué era lo que notaba diferente en esta película. Pensaba que debía ser el guión de los Coen que hace que no haya ni una gota de sentimentalismo en la historia. Pero no era eso. Me di cuenta al final, cuando vi en los créditos, que la música no era de John Williams, creo que por primera vez en toda su filmografía, sino de Thomas Newman. Esa era la diferencia. La música es tan importante en una película, si está bien utilizada, que marca el tono de todo el film.





lunes, 30 de noviembre de 2015

DOS PELÍCULAS PEQUEÑAS

Unas líneas fuera de  calendario para recomendar dos películas pequeñas, de esas que se suelen llamar de Low Cost. Dos películas que tienen un encanto especial.
Una es La maniobra de Heimlich, de Manolo Vázquez, la otra es Tercer grado de Geoffrey Cowper.

La maniobra de Heimlich es un experimento de cine en el cine, o de literatura en el cine, o de cómo contar una historia antes de que sea una película o, en definitiva, de un falso documental. Un novelista en horas bajas quiere adaptar al cine la única novela que le dio un cierto éxito. El futuro director del film pasa de todo y es el novelista/guionista el que ensaya con los actores y el que intenta sobrellevar su vida como puede. Lo mas gracioso de la historia es la mezcla de personajes de ficción pura, Alex Pareja, el novelista y el director de cine que hace Miki Esparbé, con personajes reales, los escritores, Quim Monzó, Lucía Etxebarría, Enrique Vila Matas, o los actores, Marta Torné y Jordi Vilches. Esta inteligente sátira sobre la insoportable banalidad de la cultura tiene humor, ironía, distancia y una actriz estupenda, todo un descubrimiento, al menos para mí, Alba Yáñez como la novia performance del escritor Álex Pareja, famoso por haber escrito una novela sobre la muerte de su novia a la que no fue capaz de aplicar la maniobra de Heimilich.

Tercer grado de Geoffrey Cooper, catalán a pesar de tener este nombre, es el debut no solo del director sino de un buen número de técnicos salidos de la ESCAC. Tercer grado es un thriller, un ejemplo de cine negro que enlaza con una tradición muy larga en el cine hecho en Barcelona. Todo sucede en 24 horas, las últimas que le quedan a Marc de su primer permiso de tercer grado. En ese día y esa noche, Marc, acompañado de Mia, se verá envuelto en un atraco a un centro comercial, acabará en el laberinto de un castillo francés y encontrará una razón para vivir. No está mal para ser una primera película


Una nota que sirve para las dos. Por suerte para ellas y sus directores, no son films perfectos, no son obras maestras. Pero si son dos excelentes cartas de presentación de directores (y técnicos) que seguro tienen mucho que decir en el cine español. No siempre las operas primas tienen que ser Ciudadano Kane. A veces es mejor empezar con un film más irregular pero lleno de sugerencias y sobre todo, de ilusión, honestidad y vida. Ambos merecen pasar del low cost a proyectos de más envergadura.

sábado, 28 de noviembre de 2015

CUATRO MUJERES


Las actrices suelen quejarse de que no hay papeles buenos para mujeres. Esta semana, los estrenos vienen a demostrar que no es una verdad absoluta. Cuatro mujeres protagonizan  films que merecen ser vistos y merecen, sobre todo, ser pensados.
He utilizado algunos retratos de Ramon que me evocan los personajes de Paulina, Josephine, Adela y Yinniang. No son ellas, pero podrían serlo.


PAULINA/DOLORES FONZI
Paulina/Dolores provoca, Paulina/Dolores, desconcierta, Paulina/Dolores deja a los espectadores con ganas de hablar. ¿Por qué Paulina reacciona así? ¿Por qué insiste en mantener su punto de vista sobre un caso que tiene muy tipificadas sus consecuencias y ante el que ella reacciona de una manera inesperada? Eso es lo más interesante de este film y lo que justifica, creo, que en el Festival de San Sebastián le hayan dado el Premio Otra Mirada que otorga TVE a la película que mejor refleje la defensa de los derechos de la mujer. “Pero, oiga,” dice el espectador al salir del cine, “A esta chica la han violado cuatro energúmenos y ella no sólo no quiere denunciarlos,  sino que ni siquiera quiere reconocerlos. ¿Eso es normal?” No sé si es normal, en todo caso, es lo que las convicciones de justicia social que esta abogada intenta transmitir en esa miserable ciudad del interior de Argentina, le dictan que debe hacer. Frente a la postura políticamente correcta de su progresista y muy de izquierdas padre; frente a la reacción lógica de su única amiga; frente al dolor que ve en los ojos de los que la han violado, ella aguanta, sola. Mantiene su postura y desafía a todos. Salvador Mitre, el director, la sigue, la acompaña, está a su lado, sobre todo en un plano/secuencia/diálogo que abre el film en el que Paulina deja claras cuáles son sus ideas. Y en ese travelling sostenido del final en el que vemos a Paulina/Dolores avanzar directa al espectador, retándolo casi, decidida. En medio, el film cambia de punto de vista dos veces para ofrecer el contraplano de lo que está pasando. Este giro de eje de la mirada, es la única concesión que Mitre se permite. Es una forma de ayudarnos a entender a Paulina. No a empatizar con ella. Solo a entenderla.



JOSEPHINE PEARY/JULIETTE BINOCHE
Dice Isabel Coixet que Josephine Peary es un pavo real que acaba convertido en perro, Y que, cuando es perro, es mucho más humana que cuando es pavo real. El principal atractivo de esta Josephine/Juliette es el de pasar de ser un cuerpo a ser un rostro. En la primera mitad de Nadie quiere la noche, Josephine/Juliette es un cuerpo espléndido, vestido de negro, una figura en el paisaje nevado. Su rostro aparece oculto por un velo negro. Ella es una reina de las nieves. En la segunda parte, cuando se enfrenta a la dureza del invierno y a la convivencia con Allaka/Rinko, Josephine/Juliette se va despojando de sus vestiduras de reina, se va envolviendo en pieles mientras la cámara se va concentrando en su rostro, ese rostro transfigurado por el descubrimiento de un mundo que ignoraba: el de la inocencia, el del amor, el de la amistad que es más fuerte que cualquier otra cosa. El del sacrificio. Cuando Josephine y Allaka se encierran en el iglú, la película da un giro y de la frialdad de su primera mitad, deriva hacia la calidez de esa segunda parte en la que las dos actrices y la directora llegan a establecer una especie de comunión en la imagen.



ADELA/PATRICIA REYES SPINDOLA
Patricia Reyes Spíndola es el alter ego de Paz Alicia Garciadiego. O mejor aún, es la suma de las palabras de Paz Alicia y las imágenes de Arturo Ripstein.  Patricia está en todas las películas que han hecho juntos Paz Alicia como guionista y Arturo como director. A veces solo con un pequeño papel con el que no le cuesta robar todas las escenas en que aparece. Otras, como protagonista absoluta. En esta nueva colaboración del trío, La calle de la amargura, Patricia asume el papel de Adela, una puta vieja que ya no sirve para hacer su trabajo y que por un cúmulo de errores se ve envuelta en el asesinato de dos luchadores enanos. La sordidez habitual del cine de Ripstein, fotografiada en un sucio blanco y negro que se corresponde con la miseria que retrata, acaba por adquirir una extraña belleza a medida que avanza el relato. Un relato contado con ese lenguaje tan característico de los guiones de Paz Alicia, en el que el habla popular del México más pobre se convierte casi en una lengua nueva, casi en un mexicano/español de un nuevo siglo de oro. Porque sus personajes, y especialmente esta Adela que a pesar de los esfuerzos de todos en aparecer fea no puede ocultar su inmenso y raro atractivo,  hablan un idioma que no es de nadie más que de Paz Alicia. Y eso, dicho por una actriz de la talla de Patricia, es un regalo.


YINNIANG/SHU QUI
No sé qué les pasa a todos los directores chinos que más pronto o más tarde acaban por hacer una película de espadas, acrobacias y cuentos legendarios. Un género que se conoce como wuxia. Hou Hsiao-Hsien había escapado hasta ahora de esta tentación en la que cayeron todos los anteriores: Zhang Yimou, Chen Kaige, Wong Kar Wai, Ang Lee. Pero con La asesina se ha unido a la lista de directores que buscan en el lejano pasado imperial de China y en las historias de legendarios héroes su fuente de inspiración. Que haya escogido un personaje femenino, la princesa Yinniang, interpretada por su actriz fetiche Shu Qui, es lo mas sorprendente de un film al que hay que acercarse sin ánimos de entender la trama política de lo que nos cuenta. La asesina, un wuxia bressoniano, como lo ha definido Philip Engel en Fotogramas, es muy simple en su planteamiento: una joven princesa es adiestrada por una misteriosa monja para asesinar a un tirano que domina una lejana provincia. Pero ella no logra matarle al plantearse un dilema moral. Vale, con eso podemos seguir la historia. Pero si pretendemos entender el contexto de quién es quién y por qué es quien, seguro que nos perdemos. Así que lo mejor es dejarse llevar por la belleza de esta asesina vestida de negro que vuela por los bosques y las montañas y sobre todo dejarnos llevar por la belleza de los paisajes en los que sucede la acción, los palacios en los que se encierra y el vestuario de sus habitantes. Es tan hermoso que uno se olvida de intentar averiguar por qué la princesa tiene que matar al tirano. ¿Qué más da?


sábado, 21 de noviembre de 2015

CINCO DOCUMENTALES


(estas nubes se veían desde mi ventana mientras escribía este texto el sábado por la mañana, la foto es de Ramon))
Esta semana me he fabricado un minifestival de documentales en casa. He visto cinco, nada menos. Algunos se han estrenado ya o se estrenarán pronto, otros habrá que buscarlos por los caminos insondables de las plataformas en Internet. Pero todos tienen mucho interés. El documental es un género vivo que muta en cada película.  Puede ser cine  militante, cine de memoria o simple retrato de una colectividad o un individuo. Todo vale mientras se mantenga la honestidad de la mirada y el punto de vista que nunca es objetivo. Porque la objetividad no existe en un documental, siempre es el director el que elige dónde poner la cámara, qué priorizar, qué dejar fuera.

TCHINDAS, de Pablo García.
Este, por ejemplo, es un retrato de una colectividad feliz. ¡Qué raro, hacer una película sobre alguien feliz¡ Tchindas es una mujer adorable. Antes fue un hombre, pero desde 1998 es una mujer a la que todo el mundo quiere. Tiene 35 años y su vida transcurre tranquilamente en la ciudad de Mindelo en la isla de Sao Vicente, una de las Islas de Cabo Verde. Una pequeña ciudad que se transforma en un hervidero de vida el mes antes de celebrarse el carnaval. Tchindas es el alma de ese carnaval en el que participan todos los habitantes del barrio. La felicidad, la esperanza, la ilusión de hacer algo entre todos, la imaginación para conseguir los más impresionantes trajes que les permitan ganar el primer premio del carnaval, une en un mismo objetivo a gais, transexuales, hombres, mujeres, niños. Seguir a esta comunidad libre y sin prejuicios durante el tiempo de preparación del carnaval, hace de Tchindas un documental lleno de luz, de vida, de alegría y de música. Un placer en los tiempos que corren.

LINEA DE META de Paola García Costas
Este, en cambio, se puede enmarcar en lo que podríamos llamar cine de servicio. Cine  entregado a dar a conocer una enfermedad muy rara, el Síndrome de RETT, a través de la experiencia personal de Josele, un corredor de maratones que siempre corre con su hija María afectada por esta extraña e incurable enfermedad. María José, madre de María y sus dos hermanos más pequeños, Cristina y Dani, integran los cuatro puntos del cuadro donde se refugia María. La madre es quizás la que tiene las mejores intervenciones. Sobre todo cuando dice “Yo sé que hay una niña normal encerrada en un cuerpo que no controla”. Todo en este documental está en función de la propaganda de esta enfermedad. Cuenta como descubrieron que su hija tenía un problema, cómo reaccionaron, como se organizan en el día a día y sobre todo, como Josele integra a su hija en las carreras de maratón para llegar a cruzar la línea de meta que permita dar a conocer esta enfermedad  que afecta casi exclusivamente a las niñas y conseguir que se dediquen medios y esfuerzos para combatirla.

GAME OVER, de Alba Sotorra
Game Over es un retrato. El retrato de Djalal, un joven catalán de origen afgano. Con un guión de Isa Campo que nos presenta al personaje sin darnos ninguna explicación y poco a poco nos va desvelando quién es y porqué es como es, Game Over es un documental que tiene un plus de cine (podría ser una ficción) que enriquece lo que nos cuenta.  Y lo que nos cuenta es la historia de un niño al que su padre le regala pistolas desde pequeño lo que le lleva a desarrollar una pasión por las armas y reunir un auténtico arsenal en su casa. Que de mayor este niño se convierta en una estrella virtual de los locos por el mundo militar bajo el nombre de Lord Sex, no es extraño. Pero que este niño termine enrolado de soldado en Afganistán, donde comprobará en primera persona que la guerra no sólo no es excitante y divertida, sino aburrida, tediosa y además, los muertos son de verdad, ya entra en el terreno de lo documentable. Alba Sotorra filma a Djalal, su novia y sus padres, ahora mismo, cuando tiene 25 años, ha vuelto de Afganistán y encuentra que todo se desmorona: sus padres se separan, tienen que vender la casa, no tiene trabajo. En definitiva, no sabe qué hacer con su vida. El presente se combina con videos rodados por el propio Djalal en Afganistán y materiales en súper 8 donde vemos como se forja su pasión por las armas. No sé de quién fue la idea de hacer este documental. Pero sea quien sea, debemos agradecer que nos haya hecho conocer un personaje como este.

LA GRANJA DEL PAS, Silvia Munt
Aquí estamos directamente en el terreno del cine militante. Ese cine que tanto le gustaba a Joaquín Jordá. Un cine de denuncia, que da la voz a la gente y se coloca siempre al servicio de la causa que está denunciando. Silvia Munt se acerca a la Granja del Pas, una masía restaurada en Sabadell donde desde hace tiempo se reúne cada semana una asamblea de personas afectadas por cualquier problema con la vivienda. Bajo el cobijo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, estos vecinos han construido un espacio de solidaridad y de desahogo donde cada uno puede exponer su problema concreto y buscar entre todos la solución más conveniente. Silvia escoge una serie de personajes como guía para contar como se organizan, qué hacen, como luchan, como se ayudan. Hay que agradecerle al documental, es decir a su directora, que nunca caiga ni en la compasión ni en el sentimentalismo; que mantenga por encima de todo la dignidad de sus entrevistados y la de los que participan en la asamblea. El documental solo se permite una licencia poética: empieza una noche oscura y acaba un amanecer lleno de luz. La esperanza está presente en el grito solidario de “Si se puede”.


A LA PUTA STRASSE, de Anna Cervera
Este es otro tipo de  retrato, es el retrato de un espacio, un bar. Se trata de dejar constancia de un mundo que se acaba, de una época que nunca volverá. 2º Acto es el nombre de uno de los bares emblemáticos del Barrio Gótico barcelonés. Un local refugio de una generación que llenó la vida cultural de Barcelona. Una vida que los turistas han hecho desaparecer para siempre. Pero no es eso lo que quiere contar Anna Cervera. A la puta strasse no es un documental melancólico ni de añoranza. Es la crónica de veinte años de gente que se encontraba en sus mesas y en su barra, que hablaba de todo, hacía música, inventaba poesías. Y que ahora acompaña a Emilio, alma de este local desde su apertura en 1992, en su decisión de cerrar para siempre. Es un final, pero no un final triste. O al menos no lo ha querido así Anna Cervera que deja abierta la posibilidad de que entre todos abran  pronto un 3º acto.


Al acabar de escribir estas pequeñas reflexiones sobre los documentales, me he dado cuenta que cuatro de los cinco están dirigidos por mujeres. Me parece un dato curioso y que merece alguna reflexión. ¿Por qué hay tantas chicas haciendo documentales? Se me ocurre una primera respuesta. Son baratos y les cuesta menos levantarlos que una ficción (pero eso también es una ventaja para los hombres). ¿No será porque las mujeres están más atentas al mundo que viven, a lo que les rodea, mas sensibilizadas hacia la sociedad y sus problemas?  Es probable que esta sea una respuesta. Aunque seguramente habrá muchas más. O a lo mejor no hace falta buscarla y esto es una simple coincidencia.

sábado, 14 de noviembre de 2015

OVEJAS DE TODO TIPO


Hay películas que se justifican  por una imagen. Son historias más o menos convencionales, mejor o peor explicadas que, de repente, dan un salto gracias a una imagen potente, una idea magnífica. Los islandeses son muy dados a este tipo de soluciones. No sé si recuerdan una película del año pasado que se llamaba De caballos y hombres donde se veía un semental negro montando una yegua con jinete incluido. Era islandesa. Como esta Rams, el valle de los carneros que se estrena estos días después de ganar el premio Un certain regard de Cannes y la Espiga de Oro en Valladolid.
¿Por qué una historia de ovejas y ovejeros, tan poco atractiva en apariencia, tan previsible en su narración, y con tan pocos elementos donde agarrarse, se ha convertido en un film justamente premiado?  Muy sencillo: por la potencia y sorpresa de su plano final. No voy a contar nada más. Solo que va de pastores solitarios, de ovejas con nombre, de enfermedades y tristeza. Y de algo más, ese algo más que se ve y se siente en su último plano.

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Otra clase de ovejas son las que protagonizan El clan, de Pablo Trapero. Ovejas  hijos y esposa, que siguen  obedientes al pastor padre aunque sea para conseguir entre todos crear una familia (un clan) de delincuentes aborrecibles. La película cuenta el caso Puccio que conmovió Argentina a mediados de los años 80. Como dice la promoción: “Tras la respetada familia Puccio  se escondía una banda dedicada al secuestro y al asesinato”. Suena a historia muy cercana salvando la distancia que lleva de los delitos de sangre a los delitos financieros. Un padre cariñoso, preocupado por el bienestar de su familia, aprovecha sus contactos con los militares de la recién liquidada dictadura argentina para enriquecerse con un suculento negocio de secuestros y asesinatos. Un negocio, todo hay que decirlo, bastante chapucero que les lleva a cometer un montón de errores, pero que permite a la familia seguir unida entorno a la guía del frío y repulsivo padre, Arquímedes Puccio. Al margen del valor cinematográfico de esta nueva denuncia de Trapero, con su tono naturalista y una objetividad de la cámara realmente impresionante, este clan argentino tiene su gracia si se mira en clave de clan catalán. Insisto, salvando la distancia que hay entre un tipo de delitos y otros.

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No tenía intención de hablar de la inmensa crisis de los refugiados que intentan llegar a Europa. Y menos en una entrada que se llama Ovejas de todas clases. Aunque a veces tengo la sensación viendo las imágenes de los ríos humanos que son rebaños conducidos por unos pastores desalmados que las llevan por los caminos que previamente han decidido para salvarlas, matarlas o simplemente instrumentalizarlas. Desde que esta crisis empezó hace pocos meses, no he dejado de preguntarme ¿a quién beneficia esto? ¿Quién está sacando un rendimiento económico, político, ideológico o todo junto, de esta tremenda tragedia humana? Porque alguien lo está haciendo. Refugiados ha habido siempre, la guerra en Siria dura hace casi seis años. Entonces ¿por qué ahora esta avalancha humana? No tengo respuesta (si teorías conspirativas de las que me gustan tanto donde Rusia y Putin juegan un papel importante). Pero hoy, después de lo sucedido en Paris el viernes, que ha provocado, además de una tremenda tristeza y un enorme espanto, el cierre de fronteras de Francia, y la instalación del miedo entre la gente, la respuesta a la pregunta sobre la crisis de los refugiados se me abre en otra dirección. O la misma. ¿Quién sale más beneficiado de que la idea de una Europa unida y sin fronteras salte por los aires? ¿A quién le interesa que se vuelva a los países separados? ¿Quién gana con el hecho de que Europa rechace a estos miles de seres? Háganse estas preguntas. Los atentados del Islamismo radical en París están conectados con los refugiados con la intención de instaurar una doctrina del miedo que se extienda a todas las capas sociales. Pero estos atentados a los que deberíamos empezar a llamar de otra manera: actos de guerra, ataques organizados contra un enemigo a destruir, me producen otro sentimiento importante, al menos para mi, un sentimiento de cierta vergüenza y ridículo. Mientras Europa se enfrenta a una guerra mundial contra el nuevo nazismo que es el yihadismo, extendido por todas partes como un cáncer oscuro y doloroso, aquí estamos sumergidos en una estéril discusión de quién debe quedarse con la poltrona utilizada como escudo protector en un intento desesperado de tapar las costras podridas por la corrupción rampante. 

sábado, 7 de noviembre de 2015

PASTELES

Me pregunto que serían las películas estrenadas esta semana si fueran pasteles. Vayamos por partes, o mejor dicho miremos el mostrador y veamos que escogemos.



Si nos decidimos por la tartaleta de frutas del bosque que es Isla bonita encontraremos que la pasta ligera de la base la pone un Fernando Colomo que a sus casi setenta años demuestra tener una frescura y capacidad de reírse de sí mismo y del mundo como para ponerse en primera persona en una historia donde no tiene la mejor parte, pero si un estupendo personaje. Si Fer, Fernando, es la base, las frutas son dos mujeres llenas de vitalidad, madre e hija, una escultora con las ideas muy claras y una jovencita desinhibida que desprende felicidad y energía por todos sus poros. Digamos que Nuria, la madre, es la crema que se superpone a la pasta ligera de Fer; la hija en cambio es un conjunto de frutas del bosque: frambuesas, moras, frutos pequeños, ácidos y dulces a la vez como esta Olivia que llena de sustancia el pastel. ¿Y el azúcar cande? El azúcar la ponen los dos chicos jóvenes enamorados de Olivia y enamorados entre sí. Nos dejamos la fresa, un filósofo plácido e inteligente que mira a sus compañeros de historia como si los viera desde la lejanía. Aunque este delicioso y recomendable pastel que ha cocinado Colomo no tendría ningún sentido sin la bandeja donde nos lo sirve: la isla de Menorca con su ritmo pausado, su menorquín cantarín y sus aguas transparentes. Les recomiendo comerse esta tartaleta. De verdad.



Si cuando nos acerquemos al mostrador/cine no tenemos claro que nos apetece una tartaleta ligera, podemos escoger el exótico dorayaki que nos ofrece  Naomi Kawase con Una pastelería en Tokio. Los dos bizcochos que usa la directora en esta dulce y triste historia son un hombre solitario y sin ilusiones y una adolescente en una edad difícil. La mermelada que las unirá y les dará sentido es una anciana con un don para hacer dorayakis y para unir bizcochos separados. La vida sucede lentamente y sin ningún estímulo para Sentaro el hombre que no habla y que hace pasteles sin alma en una pequeña tienda de una esquina de Tokio. Tampoco la vida  tiene mucho interés para Wakana, una adolescente que no encuentra su lugar, ni en su casa, ni en la escuela. Hasta que aparece en sus vidas Tokue, una anciana capaz de hacer dorayakis inolvidables y capaz sobre todo de unirlos para que puedan encontrar la fuerza que necesitan. Todo ello regado por pétalos de cerezos en flor y suaves aromas de dulces en el aire. También les recomiendo que degusten este pastel.



Y ya puestos a hablar de pasteles, ¿qué sería Spectre, el último Bond? Pues yo diría que un búlgaro. ¿Se acuerdan de los búlgaros? Eran esos pasteles redondos de bizcocho forrados de chocolate con unos fideos de colores por encima. Son pasteles muy sólidos, muy potentes. No aptos para apetitos exquisitos. El bizcocho es sin duda Bond, James Bond, y su imperturbable rostro putinesco. El chocolate es una Léa Seydoux escurridiza pero al final empalagosamente pegada al bizcocho Bond. Y los fideos los ponen a partes iguales un M desdibujado y un malvado un poco blando al que le falta un gato persa para acariciar. En conjunto este Búlgaro/Spectre es un poco denso, pero si se le hinca el diente y se degusta todo junto, acaba por ser una merienda recomendable.

(las fotos no son mías, por desgracia, yo no sé hacer pasteles)

sábado, 31 de octubre de 2015


Una película y un libro. Los dos hablan de amigos. Los dos hablan de pérdidas. Los dos se te quedan en el alma enganchados durante mucho tiempo. Curiosas coincidencias. Vi Truman de Cesc Gay en el Festival de San Sebastián al mismo tiempo que empezaba a leer un libro que me había prestado una amiga. El libro, Mientras cenan con nosotros los amigos, es de Avelino Hernández. Yo, mientras veía cenar a los amigos, Julián y Tomás, leía como cenaban los amigos del autor y hacía todo lo posible por cenar con amigos en el festival.
Me gusta mucho Truman, me gusta por qué hace eso que Manni Farber llaman el GYM, es decir hacer extraordinario lo ordinario. Cuatro días, dos amigos que hace tiempo no se ven, la separación definitiva, un perro que se queda solo. Madrid como fondo, como decorado. El tiempo que pasa, el que ha pasado, el que no pasará. Truman, el perro, Julián, el actor, Tomás, el amigo.
Me gusta mucho Mientras cenan con nosotros los amigos. Teresa la mujer presente, Marta, la mujer ausente. Poetas y médicos. Gente que te acompaña. El libro no es una novela, pero tampoco un ensayo y mucho menos unas memorias ¿qué es entonces? Un GYM literario que hace extraordinario lo ordinario de la vida y su discurrir. Aquí pasa un año entre la primera “carta” y la última. Un año a través del cual se intuye toda una vida.
Como en Truman, que sin necesidad de contar nada de lo que pasó antes de esos cuatro días, vivimos con ellos un pasado de recuerdos comunes, de historias compartidas.
Cine y literatura, dos buenos amigos. Al menos para mí que nos los considero un trabajo, sino un descubrimiento constante de cosas que me llenan. 
Y después de ver Truman y de leer a Avelino, me hago la reflexión de que hace mucha falta cenar con los amigos: al lado de un río, en un restaurante, en el jardín de una casa. Donde sea, pero tenerlos cerca. A ellos y a una Teresa como la del libro y a un Truman como el de la película que puede ser un perro, un gato, una tortuga, un pájaro. Es igual, alguien, no humano, con quién sabes puedes contar.



Nota. Avelino Hernández murió pocos meses después de acabar este libro. Troilo, el perro Truman, murió pocos meses después del rodaje. La realidad, como siempre, acaba imponiendo sus tiempos.

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De la avalancha de estrenos de esta semana, nada menos que 16¡¡¡¡ solo voy a destacar dos. No porque los demás no me gusten, sencillamente porque entre esos 16 hay muchas que no he visto ni sé cuando veré. Las dos que me gustaría que no pasaran desapercibidas son documentales: The Propaganda Game, de Álvaro Longoria, sobre la que he escrito en la web de Fotogramas y en Time Out Barcelona y El gran vuelo, de Carolina Astudillo que se estrena en muy pocos sitios.
Cuando vi El gran vuelo  le escribí a Carolina un e-mail: “Ayer vi la película El gran vuelo. Me ha encantado. Por varias razones. Formalmente me gusta mucho como utilizas las imágenes de archivos diversos para contar una historia concreta. Están muy bien buscadas y son muy ilustrativas de toda una época. También me ha gustado mucho descubrir un personaje que me resulta muy cercano. Yo no sabía nada de esta mujer, pero es como si la conociera.”
Siempre he pensado que hay todavía muchas historias de la guerra y la posguerra por contar. Y esta es una de las más desconocidas. La historia de una mujer, Clara Pueyo, que luchó por unas ideas y que fue doblemente encarcelada por ellas: físicamente por el franquismo que la recluyó en la Cárcel de Les Corts de Barcelona; psicológicamente por su propio partido, el Partido Comunista, que la obligó a un exilio interior por no aceptar las consignas ciegamente, como si fuera coreana.
Y con esto enlazo los dos documentales.
El resto de estrenos, arriésguense ustedes mismos aprovechando La Fiesta del Cine que se celebra los días 3, 4 y 5 de noviembre con entradas a  2,90 euros.


sábado, 24 de octubre de 2015

CONTRASTES

Un día perfecto para volar; una noche perfecta para correr. Pocas veces coinciden en la cartelera  dos estrenos tan antagónicos como el de la última película de Marc Recha y el film/secuencia del alemán Schipper. Y sin embargo, no puedo resistir la idea de compararlos, de enfrentarlos y sobre todo de imaginar lo que podría ser descubrirlos uno detrás de otro. ¿Cuál debería ir primero? No tengo dudas, primero hay que ver el adrenalínico experimento alemán, con ese plano secuencia de 140 minutos nocturnos, urbanos, violentos; luego, para calmar la tensión y tras un pequeño paseo por las calles cercanas al cine y a lo mejor un café, entraría a ver el precioso cuento lleno de aire que es el film de Recha para poder irme a casa con una sensación de serenidad. Las dos películas son como dos caras de la vida, la luminosa e inocente de la mirada del niño Roc; la oscura e inocente de la niña Victoria. Ni uno, Roc, ni otra, Victoria, serán iguales después de sus respectivas aventuras. Los dos crecerán, aunque de forma muy distinta.


(un cuadro perfecto para soñar)
Un dia perfecto para volar es un cuento mágico, con  un gigante vestido de rojo y una cometa amarilla. Roc quiere hacer volar su cometa en medio de un paisaje de verano lleno de aromas de romero y de algarrobo. El gigante le ayuda a desenredarla y le cuenta historias: historias de ausencia, de crecimiento, de pérdida, de encantamientos.  Roc pasa el día con él y cuando aparece su padre, el verdadero, se da cuenta que el gigante de rojo ya no está. Recha rodó esta película con su hijo Roc en cinco días del verano del 2014 en los paisajes cercanos a su casa. El resultado es una sensación física de bienestar, con una fotografía tangible y una música feliz, en la que se huele la naturaleza y se oye el viento a lo largo de los poco mas de 70 minutos que dura.


(dibujo en una pared del barrio de Kreuzberg en Berlín)
Victoria es otra cosa, Victoria sucede en un Berlín nocturno donde la joven Victoria, excelente Laia Costa, se pierde en una espiral incansable durante 140 minutos en los que pasa de ser una joven sin futuro a ser una mujer con un pasado. Por su historia, realmente sencilla y con un guión mas esbozado que escrito, Victoria es un thriller que recuerda algunos de los films que se rodaban en Barcelona en  los años sesenta. Tiene algo de A tiro limpio, algo de un cine negro que ya no se hace. Lo que lo distingue es ese plano secuencia que construye la película sobre un esquema establecido, dejando a los actores improvisar en función de los imprevistos que aparecen en su ruta hacia la destrucción, encajando a veces forzadamente los incidentes que deben conducirlos hacia el final. Porque hay un A y un B, lo incierto en la película es el camino entre esos dos puntos. En una apuesta como esta, no hay posibilidad de cortar lo que sale mal, de eliminar esa secuencia que pesa a la contra, buscar la mejor toma del actor. No hay tiempo de peinar a la actriz que poco a poco se va ensuciando, sudando, perdiendo brillo a medida que la noche pasa de lo divertido a lo tedioso y finalmente a lo violento.
Dos películas insólitas, una mas redonda que otra, la de Marc, pero las dos estimulantes, y atractivas por lo que tienen de riesgo y de apuesta para ir un poco mas allá. Si pueden, véanlas juntas, pero no me hagan responsable si el experimento no les gusta.

sábado, 17 de octubre de 2015

PAISAJES



Paisaje verde
Amama de Asier Altuna se puede definir como un film antropológico. He escrito antropológico y creo que tengo que aclarar porque lo digo. Se puede pensar que es por el canto a la tradición, la presencia de lo mágico, el mundo cerrado de los bosques  y el caserío. Un mundo condenado a desaparecer, a transformarse en aras de la modernidad que representa la joven frente al padre y la amama, la abuela. Pero creo que la tradición y la fuerza de la naturaleza no es lo más antropológico porque es algo que perdurará y que además es universal, no es patrimonio de un pueblo o un lugar: está en todas las culturas. Lo auténticamente antropológico es la forma de arte que utiliza la joven Amaia, el videoarte, las instalaciones, actuaciones con fecha de caducidad, condenadas a desaparecer en el olvido de su superficialidad. Lo antropológico aquí es lo moderno, mientras que lo viejo, lo de siempre, permanecerá vivo aunque cambien las personas. Los árboles, como sabe la amama, son para siempre.

Y hablando de árboles, quiero mostrar en este blog mi tristeza por los árboles de Barcelona. Primero fueron las palmeras, luego los cipreses. Los plátanos, hace años. Todos están enfermos, muriendo por plagas que suben por sus raíces y los destrozan. Es una pena verlos, es una pena darse cuenta de que se está dejando morir una parte imprescindible de nuestra vida. No quiero hacer metáforas de ningún tipo, pero me duele ver que quienes se preocupan de salvar las patrias, dejan que los árboles se mueran.

Paisaje azul
Un paisaje idílico no siempre es un espacio de paz y felicidad. Un pueblo de la costa  tranquilo y silencioso; unas playas limpias; una casa estupenda. Sí, pero no. Porque los que viven en esa casa no son precisamente personajes que transmitan serenidad y despierten simpatías. Eso es lo que nos cuenta la última película del chileno Pablo Larraín, El club. Un club muy especial; el club de los curas exilados. Cuatro sacerdotes católicos  cuidados por una monja entregada, están recluidos en esa casa, en ese pueblo, como castigo a sus pecados. Pecados de todo tipo, no solo pederastia, hay muchos más igual de terribles. Entre todos han conseguido un cierto equilibrio que se verá alterado, roto y recuperado a base de maldad. Lo más interesante de este film neblinoso (por el paisaje físico y por el paisaje del alma) es que el personaje más detestable de todos sea la monja amorosa que cuida a sus niños con todo el control del mundo. Curioso film que no debería pasar desapercibido.

Paisaje rojo
El que seguro no pasa desapercibido es Marte de Ridley Scott. Tengo con este film varios sentimientos encontrados que me llevan a no compartir ciegamente el entusiasmo que ha despertado entre la crítica. Para ser una película de ciencia ficción, le falta misterio, eso desconocido que hay en el universo; para ser un film de aventuras, le falta un antagonista, un peligro real, sentir auténtico temor de que el protagonista vaya a morir. Para ser una comedia, le falta ritmo. Todo es demasiado cotidiano, demasiado fácil, demasiado terrenal, marcianal, deberíamos decir. Este Robinson marciano parece que esté de vacaciones en Marte jugando a ser un naufrago, como si se tratara de un Gran Hermano con un único personaje que sabe que cuando las cosas se pongan realmente feas, seguro que el realizador dirá corten y todos a casa. 

sábado, 10 de octubre de 2015

TAXI


¡Taxi¡ Gracias. Lléveme a… ¡dónde usted quiera! Eso le diría al conductor de un taxi si me encontrara cara a cara con un director de cine conduciendo. Y ¿dónde nos llevaría, por ejemplo Marc Recha? Seguramente a dar una vuelta por Hospitalet, esa ciudad que tan bien conoce, o por Vallbona, junto al río Besos a buscar conejos. Si en lugar de Recha fuera Cesc Gay, creo que escogería enseñarnos los pequeños teatros independientes de la ciudad y ofrecernos un café en cualquier restaurante acogedor donde se pudiera charlar. En cambio, Villaronga nos arrastraría hacia esos barrios que no se suelen visitar y sabría enseñarnos la belleza de la sordidez de sus calles y sus gentes. 

Podíamos seguir así con tantos otros directores de cine. Pero el taxi que hemos cogido lo conduce Jafar Panahi y las calles que recorre son las de Teherán. Desde que la intransigencia y la intolerancia de su país le han negado la posibilidad de hacer cine convencional, Panahi se ha inventado una vía de escape que le permite seguir rodando sin tener que dar cuentas a nadie. Si en Esto no es una película no se movía de su apartamento donde llegábamos a ver toda una película que no existía; ahora se ha subido a un taxi y, con la ayuda de dos cámaras, ha conseguido trasladar a un microcosmos humano la complejidad de la sociedad iraní con la indispensable colaboración de un conjunto de amigos que se prestan a jugar con él en este retrato colectivo. Especialmente su sobrina, con la que mantiene un diálogo sobre el realismo o el no realismo que merece estudiarse en las escuelas de cine. A diferencia de Kiarostami y su experimento en Ten, también encerrado en un coche, Panahi le concede al fuera de coche, no fuera de campo, una importancia muy grande. Es importante lo que se dice en ese taxi; pero también es importante lo que sucede fuera de él. Hay un momento estupendo en el que la cámara de Panahi, colocada en el salpicadero del taxi, filma a su sobrina que a su vez está filmando con su teléfono unos novios que salen del restaurante que son filmados por un fotógrafo que está haciendo un reportaje de la boda. ¿Dónde está la realidad, dónde está la ficción? Ese plano de múltiples cámaras es, con las inteligentes y divertidas conversaciones con la pequeña, lo mejor que ha hecho Panahi. Y lo ha hecho sin pedir permiso a nadie.

sábado, 3 de octubre de 2015

APOSTATAR


(se puede apostatar de la iglesia, pero no de la belleza de sus ruinas románticas)
“Veiroj es un apóstata del lenguaje cinematográfico de la mayoría, un rebelde contra los modos de narración y puesta en escena habituales. Algo que, por principio, es magnífico. Otra cosa son los resultados” No puedo estar más de acuerdo con estas palabras de Javier Ocaña en su crítica de El  apóstata en El País.
El apóstata se estrenó en el festival de San Sebastian donde generó una división de opiniones entre la crítica y el público. No hay término medio con este film inclasificable. O te gusta o lo odias. Se le acusaba de poco verosímil en el proceso de apostatar; se le comparaba con la comedia madrileña de los años 80. Y sin embargo, consiguió una mención del jurado y el Premio Fipresci. ¿Qué tiene la tercera película de Veiroj para provocar tanto radicalismo? Creo que la respuesta está en la frase de Ocaña. Esta película es toda ella una apostasía, un abandono de cualquier regla que se pueda invocar. La anécdota, el macguffin si quieren, se centra en un eterno adolescente que pretende abandonar la Iglesia Católica en la que ha sido bautizado porque quiere dejar de pertenecer a esa religión. Pero en ningún momento el film se plantea como un relato naturalista del simple y sencillo acto de apostatar. Al contrario, se sumerge en un proceso kafkiano y sin angustia que no esconde la doble verdadera apostasía del film: la del personaje que en realidad quiere abandonar esta sociedad burocrática, estratificada, regulada, donde todos tenemos asignado un sitio, un número y un cartel para ponernos en la cabeza o colgarnos del cuello; y la del director que lanza un alegato contra el naturalismo costumbrista y el realismo que lo alejan de la comedia madrileña de Colomo o Trueba, no datando voluntariamente la historia, pasa ahora mismo pero no hay ni móviles ni ordenadores, ni  cediendo a las reglas del raccord, la iglesia del principio y la del final son distintas, ni preocupándose demasiado por si su actor es bueno o malo. Veiroj no retrata la sociedad que le rodea en ningún momento, mas bien se inventa un contexto acontextualizado. El apóstata es una película que le habría gustado mucho a Buñuel, al Buñuel mexicano que trabajaba con actores tan malos como Jorge Negrete o que se inventaba un obseso sexual como el Arturo de Córdoba de Él. No quiero comparar con esto a Veiroj con Buñuel, aunque me gustaría mucho ver que decían algunas de nuestras plumas críticas y desde luego el público, si El ángel exterminador fuera la tercera película de un director joven y poco conocido.



Partout ailleurs, il se sentait exiléEn todas partes se sentía exilado.
Dans ce vaste pays qu'il avait tant aimé, il était seul. En este gran país, que había amado tanto, estaba solo.
Estas dos frases son del cuento L’Hôte/El huésped de Albert Camus en el que se basa la película Lejos de los hombres. Digo se basa porque el film de David Oelhoffen va un poco más allá del relato de Camus. Manteniendo su esencia y prácticamente su historia, entre la primera frase del principio del cuento y la última que lo cierra, ambas presentes y mucho en la película, el guionista y director construye un western sin caballos, una Jauja sin estrellas, un viaje de dos hombres diferentes que aprenden a entenderse mientras cruzan las montañas rocosas y el duro desierto y se encuentran con la crueldad del ser humano, ya sea la de los rebeldes, ya sea la del ejército francés. Daru, el maestro que interpreta Viggo Mortensen casi como una prolongación de su capitán danés en Jauja, es un personaje exilado: nació ahí mismo, en pleno Atlas argelino, de padres andaluces a los que llamaban Los caracoles. Pero Daru es un francés para los árabes y un árabe para los franceses. No se siente de nadie más que de ese país que tanto ama y del que finalmente se verá expulsado. Como Camus, que escribió este cuento ambientado en 1954, publicado tres años después en el libro El exilio y el reino, el mismo año que le fue concedido el premio Nobel. Solo quiero añadir una cosa. Si este film existencial  funciona y engancha es gracias a la química entre Viggo Mortensen y Reda Kateb. Tanto por físico, como por edad y maneras de actuar, el duelo entre los dos actores es una de sus grandes bazas.



 Y ya que hablo de actores quiero dedicar unas líneas para el libro A los actores de Manuel Gutiérrez Aragón. Un libro de ensayo cinematográfico mas que de anécdotas, un texto autobiográfico al mismo tiempo que un canto de amor a los actores sin los cuales, el cine no sería cine. Una lección que todos los que quieren dirigir deberían leer con mucha atención. Y que todos los que disfrutan con el cine y los actores, estaría bien que conocieran para apreciar mejor lo que significa trabajar con personas  llenas de contradicciones.  Para acabar esta entrada sobre apostasías me quedo con una frase del libro:

¿A qué realidad nos referimos cuando decimos que la cámara la reproduce fielmente? Esa realidad es una realidad intervenida. El tanto de realidad que el cine reproduce tan fielmente  no es la realidad en la que nos movemos los ciudadanos, es la realidad en la que se mueven los actores para convertirse en personajes, que no es lo mismo.